lunes, mayo 28, 2007

El parque nacional de Cattai


El fin de semana pasado fuimos al parque nacional de Cattai, a una hora de nuestra casa. El día nos regaló un estupendo tiempo otoñal, con un sol radiante y un cielo claro, sin nubes, y un aire tan limpio que se veían claramente las montañas en el horizonte.

En el parque nos juntamos con el grupo de conservación STEP, un grupo muy activo con miembros expertos en la fauna y flora del lugar. El parque, de unos pocos kilómetros, tiene una vegetación especial, con mezcla de bosque templado húmedo y pantano cerca del río, y bosque seco en lo alto de las colinas. Varios de los miembros de STEP se paraban cada cincuenta metros y murmuraban palabras latinas de los nombres científicos de las plantas que encontraban, palabras de las que no pude recordar nada, pues además de ser en latín las pronunciaban a la inglesa y se me hacía difícil asociar los sonidos con la ortografía latina.

Pero eso era lo de menos. El entusiasmo de la gente más que compensaba su lenguaje incomprehensible, y al fin y al cabo, un árbol en su elemento es bello, se llame como se llame. El día nos acompañó cálido, agradable, por un bosque silencioso, un silencio que llama la atención por el hecho mismo de ser tan silencioso. Un silencio con eco de espacio, con olor de otoño.

Al final del día fuimos al río, a buscar canguros. Nos contaron que los canguros, que estaban extintos en esta zona, los introducieron los dueños de un campo de golf cercano para atraer a los turistas, y se escaparon del campo de golf para pasar al parque nacional. Y se me antoja pensar que claro, la hierba natural está más buena que lo que pueda crecer en el campo de golf.

Encontramos los canguros disfrutando de la hierba, a sus anchas en su terreno reconquistado, contentos de disfrutar de una tarde gloriosa de otoño, en un domingo tranquilo, casi vacío de gente.