viernes, diciembre 28, 2007

Esquiando en Asahikawa

Hoy hemos hecho nuestra primera excursión a las pistas de esquí. Asahikawa está en el centro de una planicie donde se juntan cuatro ríos y no tiene montañas cerca, aparte de unas colinas donde han puesto unas pistas de esquí. Las pistas no son muy grandes, pero tienen la ventaja, como me he dado cuenta hoy, de que no va mucha gente, solamente los del lugar. Aun así tienen sus clases de esquí y se alquilan esquíes y botas, seguro que más baratos que en Sapporo.

Hace por lo menos siete años que no voy a esquiar, y aun así, no era precisamente un experto. Llegamos a las pistas, alquilamos nuestros esquíes y botas, y allá que vamos. Mineko cuenta que no se acuerda de cómo se esquía. Yo no la creo, y con razón. Tomamos un remonte, el más corto que nos lleva hasta mitad de la ladera. Me cuesta acostumbrarme a estos esquíes, y voy bajando, poquito a poquito, casi a paso de tortuga, pero consigo no caerme. Mineko, que me deja salir primero, me ve cómo esquío, si esquiar se llama lo que estaba haciendo, y luego baja ella, me adelanta, y sigue hacia abajo. Y dice que no se acuerda de cómo se esquía...

Hacia el final de nuestro ejercicio, Mineko bajaba como si hubiera nacido con esquíes, y yo, que consigo no caerme en todo el rato, tengo un poco más de confianza, pero aún no diría que estaba esquiando, sino más bien que estaba bajando con esquíes en los pies.

La próxima vez nos apuntaremos a clases de esquí, que son baratas en esta zona no turística. Para que estemos iguales a lo mejor nos apuntamos a clases de snowboarding, que ninguno de los dos sabe... ya veremos.

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miércoles, diciembre 26, 2007

El Zoo de Asahikawa



Hoy Mineko y yo hemos ido a visitar al zoo de Asahikawa, Asahiyama. Este zoo tiene un poco de historia. La primera vez que lo visitamos quedamos muy decepcionados. El zoo tenía muy pocos animales, y todos encerrados en jaulas diminutas. El zoo en sí no era muy grande, pero con los pocos animales que tenía bien que podía dedicarles más espacio. Como contraste, había un parque de atracciones dentro del zoo, con noria y montaña rusa. ¿Y qué pintan esas atracciones dentro de un zoo, preguntarás? También nos preguntábamos nosotros.

Un año más tarde Fumio, el hermano mayor de Mineko, nos recomendó que visitáramos el zoo. Yo la verdad es que no tenía ganas de volver, pero Fumio insistió, diciendo que había cambiado. Con lo que fuimos otra vez. Y de verdad, el zoo no era lo mismo. Muchas de las jaulas habían desaparecido, y en cambio había espacios amplios para los animales. Con el paso de los años más y más animales fueron trasladados de las jaulas diminutas a espacios diseñados especialmente para ellos, y de forma que los visitantes podían visitarlos más de cerca de manera no intrusiva. El zoo adquirió fama a lo largo de Japón,  de repente, como suele ocurrir aquí, y ahora, los turistas que vienen a Hokkaido se rerservan una visita al zoo de Asahikawa, a ver a los pingüinos marchando al aire libre (solamente en invierno), o a entrar en los espacios de las focas o los pingüinos, donde hay túneles submarinos a través de la piscina de los pinguinos, o tubos por donde las focas atraviesan la zona donde están las personas.

Hoy hemos ido al zoo, a ver a los pingüinos, las focas y los osos polares. Y no pudimos ver al orangután, cuya jaula tiene dos partes conectadas a través de un mástil por el que los orangutanes pasean por encima de las personas, sin red ni barrotes. Cuando los veo siempre pienso si alguna vez se caerá uno de esos orangutanes encima de alguna persona... pero será que es imposible que un orangután se caiga de un árbol?

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Navidades en Asahikawa



Pues no, no se celebran las Navidades en Japón. Por no ser, el día 25 de diciembre no es ni festivo. Por casualidad el día 24 era festivo pues era lunes, y el sábado se celebraba el cumpleaños del emperador, que es día festivo. Como caía en sábado, el día festivo pasó al lunes. Cuento esto porque es ciertamente casualidad que el emperador haya nacido casi el mismo día que el que se supone es el nacimiento de Jesucristo. Hasta hace poco el emperador se consideraba como divino, y la ironía ha hecho que el primer emperador que no es divino, es decir, el presente, va y nace casi el mismo día que el dios cristiano.

Estos días hemos aprovechado para ir a la ciudad de compras. La ciudad no muestra apenas rasgos de que sea Navidad, pero ya empieza a verse tiendas de productos decorativos para la celebración del Año Nuevo.  Como Mineko está muy ocupada con sus traducciones he hecho mis escapadas al río, a contemplar la nieve.

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lunes, diciembre 24, 2007

Llegada a Asahikawa



Ya estoy en Asahikawa, en el pais de las nieves. Desde el avión, a medida que volaba hacia el norte, se veía nieve y más nieve. Aterrizamos en el aeropuerto de Sapporo, entre nieves. Allí me junté con Mineko, que vino a recogerme, y juntos fuimos a Sapporo, de compras.

En la estación vimos un puesto diminuto de sushi, y como estábamos hambrientos decidimos probarlo. Mi primer sushi en este viaje, y estaba delicioso. Si hay algo que me encanta de Japón es la gran cantidad de puestos donde comer, una comida tan diferente de la occidental. Y tan deliciosa en cuanto uno se acostumbra a ella.

Fuimos a una tienda, Yodobashi Camera, justo al lado de la estación de tren. Esta es una tienda que se especializa en productos ópticos y electrónicos, y es una buena introducción a la parte materialista de Japón. El ruido es ensordecedor, en cada rincón de la tienda hay un altavoz promocionando algo en particular, a un volumen muy alto, intentando competir con los altavoces de otras partes de la tienda. Por encima de esta cacofonía se oye la música del altavoz principal, que toca música repetitiva, el himno de la tienda. Es un lugar donde después de estar más de media hora uno tiene deseos de correr y escaparse de todo este ruido... pero hay gran cantidad de productos, y algunos son baratos. Fuimos porque Mineko quería mirar ordenadores portátiles y teléfonos móviles, para decidirse y después pedir su selección por correo. Y ya que estamos, yo me compré un chip de memoria para la cámara de fotos.

Dejamos el bullicio de la tienda, y fuimos corriendo a la estación de tren, para tomar el tren de Asahikawa. Eran las cuatro pero ya empezaba a hacerse de noche, y desde el tren vimos un paisaje cada vez con más nieve a medida que avanzamos hacia el centro de Hokkaido. Se nos hizo de noche en el recorrido, y afuera solamente se veía nieve y más nieve, y las luces de los edificios de pueblos que atravesábamos.

Llegamos a Asahikawa, casi en el centro geográfico de la isla. Es el lugar que se precia de tener los inviernos más fríos, y realmente hacía frío, sobre todo para mí, recién llegado del verano australiano... pero todo se arregló al llegar a casa, con su calefacción, con la oferta de té de Shizué, la madre de Mineko, y sobre todo con el baño que me estaba esperando.

De eso hace ya dos días. En este tiempo no hemos hecho gran cosa, aparte de unas pocas compras y quitar la nieve de la entrada. Paso la mayoría del tiempo en casa, pues la nieve no me deja hacer mucho, aparte de quitarla... Escribo desde la habitación central de la casa, una habitación especial, la única habitación con decoración japonesa tradicional. El suelo, de tatami. Las paredes, de papel. Los japoneses son gente muy práctica y sus casas han cambiado radicalmente desde el encuentro con la cultura occidental a finales del siglo 19. Todas las habitaciones han cambiado excepto una, la habitación japonesa, donde guardan el altar que recuerda a los difuntos, donde cuelgan fotos de los antepasados, y donde celebran ocasiones especiales. Es como el alma japonesa, el vínculo con el pasado. En nuestro caso, debido a falta de espacio se ha convertido como en mi oficina, una oficina especial.

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viernes, diciembre 21, 2007

Narita


Si vuelas a Tokio, lo más seguro es que el aeropuerto de llegada sea el de Narita. Es el aeropuerto para los vuelos internacionales, más grande que el aeropuerto antiguo, Haneda, y más bien lejos de Tokio. El pueblo más cercano, Narita, está ubicado entre campos de arroz.  Es tal vez un pueblo japonés típico, más bien pequeño, pues puedes recorrerlo a pie sin problemas. Y tiene su templo.

El templo de Narita, junto con sus jardines, es más grande que lo que uno se puede esperar para un pueblo tan pequeño. Si por alguna razón tengo que estar en el aeropuerto varias horas, o tengo que pasar noche cerca del aeropuerto, me acerco a Narita, para ir a cenar, o visitar el templo.

Llegué a Narita ayer por la tarde, justo a tiempo para cenar. El hotel, Narita Nikko, es una escala normal para cualquier pasajero que viaje en Japan Airlines y tenga que pasar la noche cerca del aeropuerto para continuar el vuelo al día siguiente. Los clientes del hotel, casi todos turistas internacionales, no saben la joya que hay al lado mismo, solamente a 10 minutos en autobús, un autobús que es gratis.

Con lo que nada más llegar al hotel, dejo el bullicio (cuando llegué había un grupo ruidoso de adolescentes indios, todos con su uniforme amarillo chillón y su incapacidad para tomar un ascensor en un hotel donde no hay escaleras excepto para casos de emergencia... pero dejemos las quejas bien guardadas entre este paréntesis), y tomo el autobús para Narita, mi primera escala en este viaje de visita a la familia de Mineko.

El autobús llega a su destino en Narita, en una calle que conozco. Paso un tiempo paseando por las calles intentando orientarme, hasta que al final el pitido de un tren me indica la dirección que he de tomar.

Llego a la estación de tren, la cruzo, y llego a la zona que conozco, o eso creia. Todo parece mucho más pequeño de lo que me acordaba, tal vez he crecido...? El pub-restaurante que Mineko y yo descubrimos  hace ya varios años tiene que estar por aquí, pero no lo encuentro.

Veo un cartel con fotos de comida. Es norma en Japón el que los restaurantes muestren fotos o modelos de plástico de las comidas que ofrecen... algo muy práctico para turistas que no saben el lenguaje. Este cartel está en el lugar donde tendría que estar mi pub, pero no me suena todo esto... el cartel, en japonés, indica una puerta que lleva a un sótano... no sé, no me suena. Con lo que sigo buscando. Encuentro otra estación de tren, más grande. ¿Tal vez sea ésta mi estación? Pero la zona es completamente desconocida para mí.

Encuentro un plano de Narita, y sí, todo parece indicar que mi pub es el del cartel que ví antes, con lo que vuelvo. Varios grupos de jóvenes entran en el lugar, y los sigo. Si hay tanta gente del lugar que entra, debe de ser un buen sitio...

Entro dentro. El lugar, bullicioso, lleno a tope de gente, !es el lugar! Me acuerdo del decorado. Hay una cola de gente esperando a sentarse. Nunca lo había visto tan lleno. Se acerca alguien, me pregunta algo. "Hitori", digo. "Una persona". Me dice algo que no entiendo, parece ser que hay algún problema. "Wakarimasen", "no entiendo". Al final llega otra persona que habla inglés, me dice que no hay sitio disponible para una persona. Parece ser que esta noche está lleno, tal vez solamente quedan zonas reservadas para grupos... Lástima, tengo que dejar el lugar. Tal vez, si hubiera entrado un cuarto de hora antes, cuando estaba dudando de si era el lugar, habría podido quedarme...

Voy a otro lugar, casi vacío. Me imagino que la comida no será especialmente buena, pero no tengo tiempo, el autobús que quería coger de vuelta sale dentro de media hora. Con lo que entro. La comida ciertamente no era nada especial, pero por lo menos no era cara... y la cerveza, Kirin Original Draft, estupenda. El servicio, un poco lento. Miro el reloj, el autobús sale dentro de diez minutos... ¿lo podré tomar?

Acabo la cena, pago y vuelvo al autobús a toda prisa. El transporte público japonés es puntual hasta el extremo. Queda un minuto para la salida, veo el autobús en la distancia. Echo a correr, esperando que esta vez el conductor se retrase... ¡vanas esperanzas! El autobús sale, puntual, cuando yo estaba a unos diez metros de él...

El siguiente autobús sale dentro de cincuenta minutos, ¿qué hago? ¡Pues visitar el templo! Hay un tesoro que tal vez pueda encontrar, un geocache escondido en los jardines. Mi receptor GPS dice que el cache está a un kilómetro 200 metros, y esto es en línea recta. En realidad tiene que ser más. Está un poco lejos dado el tiempo que tengo, pero bueno, vamos a intentarlo.

Camino hacia el templo a paso rápido, a través de calles desiertas del casco antiguo. Llego al templo, la puerta de entrada al recinto está abierta. Bueno, no hay puerta sino un portal gigante, iluminado con luz nocturna. El lugar parece misterioso, evocativo, solitario. Hay altares aquí y allí, rodeando varios edificios altos, de arquitectura oriental. Hay un grupo de tumbas cubriendo la ladera de la colina que, de noche e iluminado como estaba, parecía sacado de  una pelicula de fantasía... espero encontrar un fantasma cerca, pero no, encuentro un guardia haciendo su ronda. Me saluda, y sigue su ronda.

Entro en los jardines, oscuros, solitarios. El cielo, estrellado y con luna, ofrece la impresión de que estamos en la era Edo y que algún salteador de caminos me espera a la vuelta de la esquina. Pero sigo, siguiendo la señal del GPS, cada vez más cerca del destino. Conozco el lugar lo bastante como para no perderme en la noche, y encuentro el cache sin problemas usando la luz de mi ordenador de bolsillo. ¡Mi primer tesoro japonés! No tengo tiempo para disfutar de mi botín, simplemente escribo mi nombre en el cuaderno de notas del cache y tomo un travel bug que me llevaré a Australia.

De vuelta al autobús. ¡Quedan quince minutos! Mejor será correr, a ver si pierdo este autobús también, que es el último. Corro escaleras abajo, modero mi marcha cuando paso cerca del guardia... por si acaso. Y vuelvo a correr. Esta vez cuesta arriba... Llego a la zona de restaurantes, y tengo que esquivar a gente por aquí y por allá. Llego a la estación, veo el autobús en la distancia. ¿Lo voy a perder otra vez? Aprieto mi carrera, saltando peldaños de bajada de dos en dos. Faltan dos metros, y el autobús cierra la puerta, listo para partir. ¡No!

Pero el conductor me ve, y abre la puerta otra vez. Pregunto si va al hotel Nikko y me dice que no, que el siguiente. ¡He llegado con cinco minutos de adelanto! Este es el tiempo que me cuesta recuperar la respiracón. La temperatura, tres grados, no me afecta, estoy sudando de la carrera. Pero he llegado a tiempo.

Todo esto ocurrió anoche. Escribo desde el autobús que me lleva del aeropuerto de Narita al de Haneda, el aeropuerto antiguo, desde donde sale mi siguiente avión, destino a Hokkaido, la isla del norte, la isla de Mineko.

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miércoles, diciembre 19, 2007

El lagarto


Desde hace un par de meses hemos observado unos agujeros en la tierra de una de nuestas macetas en la terraza. Mineko vio a un lagarto en la maceta en una ocasión, con lo que dedujimos que el lagarto era el que hacía los agujeros. ¿Y por qué será?, nos preguntábamos. ¿Será que está buscando comida?

Bueno, dejamos el misterio. Al fin y al cabo, esa maceta no tenía ninguna planta especial.

Pero hoy acabo de descubrir el misterio. Ya sé para qué estaba haciendo agujeros ese lagarto. ¡Estaba buscando un lugar donde dejar sus huevos! Vamos, que igual dentro de poco tenemos que compartir la terraza con una familia de lagartos. A esto hay que añadir lo pósums, que siguen viniendo a comerse los tomates... ¡a ver si los lagartos espantan a los pósums!

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sábado, diciembre 08, 2007

Y otra vez en Melbourne





Otra vez en Melbourne. Ya he perdido la cuenta de las veces que vengo aquí, ésta es mi segunda ciudad Australiana… el motivo es otra conferencia, en la misma parte de Melbourne, con lo que esta zona ya la conozco.

La conferencia empieza mañana domingo, pero ya que Mineko está en Japón, decido ir un poco antes, y así he llegado hoy sábado por la mañana, para recorrer las calles sin prisas, que como ya he dicho en tantas ocasiones, Melbourne es una ciudad donde da placer caminar por las calles. Tiene su ambiente, un poco como europeo, con multitud de restaurantes y bares, y museos, y monumentos. Y tiene tranvías, algo tan atractivo y en cierto modo nostálgico.

Esta vez combino mis paseos con geocaching. Así, de camino al Stalactites, el restaurante griego con sus suvlakis de gloria, intento encontrar un cache. Se llama “el fugitivo”, y para encontrar la cache final hay que seguir las pistas de un famoso fugitivo australiano. Así, el primer punto empieza en la cárcel histórica de la ciudad. Allí las instrucciones me mandan sacar letras y números de placas conmemorativas para descifrar las coordenadas del siguiente punto. Saco las coordenadas fácilmente, las pongo en mi receptor GPS... ¡y me dice que el siguiente punto en cuestión está a 100 kilómetros de distancia! Vamos, que las pistas recorren el verdadero viaje de este fugitivo. Total, que abandono este cache, y voy a Stalactites, a probar el suvlaki. Esta vez no sabe tanto a gloria como la otra vez, tal vez sabe mejor cuando está lloviendo y uno está calado hasta los huesos como la otra vez. Pero bueno estaba.

Me paso el día recorriendo las calles y parques del centro, haciendo alguna que otra cache... en total he encontrado tres, y he desistido de unas tres o cuatro contando la del fugitivo. Melburne, como Sidney, tiene cientos de caches pero las que están en el centro de la ciudad son bastante difíciles, especialmente porque hay tantos muggles y es difícil disimular mientras busco. Como soy un turista con pinta de despistado no es difícil disimular, pues me paro a hacer fotos a cualquier cosa... y qué “casualidad”, las zonas donde hay caches son tan fotogénicas... he tomado cantidad de fotos de detalles arquitectónicos.

De vuelta al hotel, y justo a 10 metros de una cache de la que he tenido que desistir por la cantidad de muggles, hay un bar restaurante que resulta ser la casa de James Squire, una de las cervezas australianas favoritas nuestras, con lo que decido acabar mi búsqueda de caches y tomar una cerveza. La cerveza se convierte en una cena temprana y más cerveza, y así, contentito me vuelvo al hotel, desviándome para buscar otra cache (búsqueda infructuosa), y tomar un helado en la calle Lygon, el barrio italiano. No sé qué pinta tenía yo tan contento con el helado en la mano, porque un turista me pidió hacerme una foto de mí y mi helado... da igual, el helado, de cerezas y frutas del bosque, estaba delicioso.

Bueno, ahora estoy en el hotel. Mañana, ¡a trabajar! Creo que estaré muy ocupado, con lo que igual no puedo hacer ninguna escapada más por Melbourne.

Como Cristo por su lago

El gran día llegó. El pasado domingo fue la carrera de natación entre Bondi y Bronte, dos de las playas más carismáticas de Sidney. El año pasado la carrera fue toda una aventura, era mi primera carrera de natación a mar abierto, y ese año la carrera fue más dura de lo normal. Tuve que soportar olas de varios metros de altura y alguna que otra medusa.

Esta vez el día era perfecto. Buen tiempo, pocas olas, y gran cantidad de participantes. Y la natación en sí fue como un paseo, como Cristo paseándose por su lago. No cometí el error de tratar de ir demasiado rápido al principio, como la semana pasada, y así conseguí quedarme entre el grupo de los gorros verdes, mi grupo. Disfruté de la natación, disfruté de los torpedos, gente de grupos que salían después del mío que nadaban como si fueran peces. A mitad de camino incluso me paré para ofrecer hacer una foto a uno de los nadadores que estaba haciendo fotos desde el mar. Me di cuenta demasiado tarde que este nadador no estaba participando, sino que era uno de los organizadores... con lo que seguí nadando.

Sin darme cuenta, de repente una ola rompió detrás de mí y pasó por encima. ¡Estoy en Bronte! ¡Y yo sin enterarme! Salí del agua a la arena, y aun tenía energía para correr hasta la meta y adelantar a unos cuantos rezagados. Y no paré, tras pasar la meta fui directo al agua otra vez, a disfrutar de las olas, que esta playa tenía más olas que Bondi.

Esta carrera-paseo fue como estas carreras deben de ser, un placer y una excusa para nadar un par de kilómetros en el mar. ¿Y cuánto tardé? Fueron 45 minutos, mucho menos que la hora y cuarto del año pasado... y es que el mar, cuando ayuda, es una delicia.