sábado, mayo 31, 2008

La sepia gigante

La semana pasada hice otra escapada submarina, con Ferdinand y otra persona. Después de la primera submersión en Manly quería repetir, antes de que las aguas se tornaran demasiado frías. Los días se han vuelto cada vez más fríos, sobre todo por las noches. Ferdinand me avisa que piensa hacer otro buceo, tal vez el último de la temporada. Y yo me paso contando los días, esperando que el agua no esté demasiado fría.

Llega el día del buceo. Hemos quedado a las 8 y media de la mañana, una mañana atípicamente fría incluso en este otoño tan frío. El lugar, la playa de Shelley otra vez, esta vez apenas tiene otros buzos. Tenemos la playa prácticamente para nosotros. La otra vez visitamos la parte de la izquierda, donde encontramos los tiburones. Esta vez decidimos visitar la de la derecha. Ferdinand dice que esa parte, a veces tiene gran cantidad de vida, y otras veces es como un desierto. ¿Cómo será esta vez?

Entramos en el agua. La temperatura del aire es de poco más de diez grados, y en comparación el agua está calentita, unos 18-19 grados. Menos mal, no tenemos que soportar aguas frías... me parece que el agua está menos fría que la otra vez.

Entramos en el mundo submarino, y pronto veo que de desierto, nada. Peces por todas partes, más grandes que la otra vez, y en mayores cantidades. Algunos peces, curiosos, nos siguen, pero no de forma tan insistente como la otra vez. ¿Será que no hay tiburones cerca?

Unos de los peces que me gustan más es el groper (o como se diga en español), grande, azul, y curioso. El tamaño es de medio metro, y la cara tiene estrías iridiscentes azules. Toda una maravilla. De vez en cuando sale el sol por entre las nubes, y entonces el espectáculo se torna fantástico cuando miras a la superficie desde unos ocho metros de profundidad. Se ven peces y más peces en silueta hasta que la vista se queda en el brillo de la superficie.

Ferdinand se para de repente, mirando atento a una roca. Me fijo en la roca, y ésta se empieza a mover. No es una roca, sino una sepia gigante. El animal parece tranquilo y curioso. Ferdinand se queda quieto, mirando fijamente a la sepia, y ésta se acerca a él poco a poco. Yo los veo desde el lado, y comparo el tamaño de la sepia con el de Ferdinand. La sepia debe de medir medio metro, de color marrón y con estrías que parecen tener vida propia, moviéndose a un ritmo más rápido que la sepia misma.

Se acerca más y más a Ferdinand hasta llegar a menos de medio metro de su cara, y se queda quieta. Sus ojos se mueven de un lado a otro, y poco a poco empieza a extender sus numerosos tentáculos, como si quisiera tocar a ese pez negro tan grande que debe de parecerle Ferdinand.

Es una imagen hipnótica, un poco estremecedora, pues no sé si la sepia le está amenazando o qué.

Al final la sepia se retira poco a poco, y Ferdinand nos hace la señal de que sigamos.

Recorremos el fondo de arrecife a arrecife en busca del dragón de las algas, un pececito tipo caballito de mar, muy vistoso según las fotos, pero esta vez no tenemos suerte. Otra vez será.

De vuelta a la playa encontramos otra sepia gigante, ésta más pequeña, unos 30-40 centímetros, y yo descubro un groper enorme, más grande que el resto. Éste debe de medir como un metro. Está escondido entre las rocas y no sale a recibirnos.

Salimos del agua y hablamos de la sepia. Ferdinand nos cuenta que esta sepia era muy vieja y tenía heridas de un ataque que tal vez le ocurrió hace tiempo, pues le faltaba un tentáculo. La verdad es que yo vi tentáculos por todas partes y no me paré a contar. De todos modos, dice, la sepia estaba muy tranquila. Dice que cuando amenazan doblan los tentáculos hacia atrás, pero ésta los estaba extendiendo hacia él. A ver si me acuerdo de ésto la próxima vez, que la verdad es que la intuición me dice que debería de ser al revés.

La sepia fue sin duda la experiencia más fuerte de esta vez. Me parece que hasta he tenido pesadillas de monstruos marinos como los de las novelas de aventuras. Pero la verdad es que la sepia en sí era muy mona, nadaba con una calma y una gracia, que ahora ya no puedo entrar en una pescadería. Me dan lástima los peces muertos, cuando son tan preciosos en su elemento.

No sé, me parece que no podré comer pescado durante una temporada.
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miércoles, mayo 28, 2008

Entre tiburones

Mi primer paseo bajo el agua después de conseguir la certificación de buzo fue todo un acontecimiento. Fuimos a la playa de Shelley, justo al lado de Manly. Este es un lugar que conozco muy bien, pues he nadado por encima de los arrecifes durante las carreras de natación de Manly. Siempre que nadaba por esa zona veía buzos, y siempre me daban ganas de estar allí abajo, entre las rocas y arrecifes. Bien, por fín me llegó el turno.

El día era más bien frío, pues el invierno se nos está echando encima y este otoño está siendo especialmente frío. Vamos con trajes de neopreno, más bien gordos, con lo que el agua no se siente tan fría. Y al agua que entramos. Ferdinand, el instructor, nos dice que es posible que encontremos tiburones. Si eso ocurre tenemos que quedarnos en el fondo, que los tiburones suelen atacar a los animales que están cerca de la superficie y no a los del fondo.

Nos sumergimos en las frías aguas, y entramos en el mundo submarino. Peces y rocas de colores por todas partes. Hay un pez que decide seguir a Ferdinand, justo debajo de él, como hacen algunos peces que nadan justo debajo de los tiburones. ¿Será que nosotros somos como tiburones para los otros peces?

Al cabo de unos minutos, Ferdinand se para en el fondo y pone la mano vertical encima de su cabeza, simulando una aleta. Es la señal de que hay tiburones. El otro acompañante y yo nos arrodillamos en el fondo, como hace Ferdinand, y miramos a los lados. El agua no está muy clara, y no veo nada especial. Ni señal de los tiburones. Pero Ferdinand y el otro acompañante siguen quietos, mirando hacia arriba. Yo miro arriba, y nada, solamente veo el azul del agua.

Un par de minutos más tarde Ferdinand nos hace señal de que sigamos. Pero un poco más tarde hace la señal del tiburón otra vez. Y abajo que vamos, a esperar. Miro alrededor, y esta vez veo algo. Hay un pez, gris pálido, más grande que los otros, nadando de una manera más bien furtiva, como buscando algo. Está más bien lejos, en el límite de visibilidad, y no sé si realmente es el tiburón. Pero no me acerco a comprobarlo.

El paseo bajo el agua continúa, con más interrupciones, y yo sin poder asegurar si he visto tiburones o no. Todo esto me pone nervioso, sabiendo que hay peligro por algún lado, los otros buzos lo ven, pero yo no. Así se me nota la falta de experiencia.

Al final salimos del agua, yo todo excitado con la experiencia de haber buceado entre tiburones... pero no sé, ¿realmente cuenta esta experiencia? Al fin y al cabo no he visto más que un tiburón, si era realmente uno. Pero me aseguran que habían varios, nadando cerca de la superficie.

Me acuerdo de las tantas veces que he nadado por encima de las mismas rocas. Ferdinand dice que el peligro más grande es entre los bañistas y los surferos. Y la verdad es que aquí en Australia se oyen muchas noticias de ataques a surferos y bañistas, pero no me acuerdo de ningún caso en que hayan atacado a un buzo, aparte del que ocurrió hace poco en Suráfrica a uno que fue a un lugar donde atraían a los tiburones con comida.

Me acuerdo del pez que seguía a Ferdinand durante el paseo. Estuvo con él prácticamente todo el rato. Y ahora pienso, ¿tal vez el pez estaba buscando protección? ¿tal vez el pez pensaba que si atacara el tiburón, Ferdinand le defendería?

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miércoles, mayo 21, 2008

Clases de buceo


Después de la experiencia de bucear con botellas de respirar en la piscina de Macquarie University me apunté al primer curso disponible. Es un curso certificado que te permite alquilar equipo de buceo en cualquier tienda cualificada y apuntarte a cualquier grupo de buceo en lugares turísticos.

Este curso tiene su teoría, donde aprendes que el mayor peligro no es realmente la falta de aire sino la presión que se soporta bajo el agua. O más bien, la reducción de presión al subir a la superficie. Al principio de las clases vi un vídeo que mostraba un globo hinchado bajo el agua. Al soltar el globo y subir a la superficie, el aire de dentro, al recibir menos presión, se expande. Y así, a medida que sube el globo éste se expande más y más, y finalmente revienta. Pues bien, nuestros pulmones son como el globo, y si no se sube con cuidado también pueden reventar...

La suerte hace que mi grupo sea muy reducido, solamente dos personas, Sascha y yo. Ferdinando, el instructor, nos cuenta su primera historia, de peligros, de situaciones que casi le cuestan la vida, y de amigos perdidos para siempre bajo el agua. Nos cuenta que siempre hay que tener en cuenta nuestros límites, y no entrar en situaciones que no se puedan controlar. Que un pequeño error bajo el agua puede costar la vida.

Después de tantas historias y precauciones, y después de un exámen de teoría empieza la práctica, entrar en el agua. Y esta vez en el mar, en la playa de Manly, una de mis favoritas. Pero la mala fortuna hace que el tiempo no sea bueno y no podemos practicar en la parte del océano sino en la parte del puerto, mucho más guarecida de las olas. El día es frío, con amenaza de lluvia. Estamos bien metidos en el otoño, y eso se nota.

Aun así, el frío del aire aun no ha llegado al agua, y bajo el agua da igual que llueva o granice. Bajo el agua, entre prácticas, empiezo a vislumbrar el mundo submarino. Y el mundo submarino, curioso, se acerca a nosotros. En una de las lecciones, mientras Ferdinand nos mostraba cómo quitarse el chaleco de las botellas bajo el agua, un grupo de peces se interpone entre él y yo, y mi mirada se desvía de la demostración, siguiendo a los peces. Total que cuando llega mi turno para quitarme las botellas no me salió precisamente bien... y luego, cuando le toca el turno a Sascha otro grupo de peces se pone por delante y empieza a jugar con el movimiento de mis manos... tal vez pensaran que mis manos son unas algas nuevas, tal vez sabrosas?

Cuatro buceos hicimos en el curso, a cada cuál más fascinante. La visibilidad era muy mala, pero como nos dijo Ferdinand, ahora que hemos aprendido a bucear en condiciones poco favorables, no tendremos problemas para bucear prácticamente en cualquier situación...

En el último buceo del curso Ferdinand nos guió por un recorrido turístico bajo el agua. En este recorrido fue donde realmente pude disfrutar, sin tener que practicar el quitarse las gafas bajo el agua, o el que te corten el suministro de aire para que sepamos qué se siente al acabarse el aire de la botella. Vimos peces aquí y allá, y esa sensación de ingravidez se apoderó de mí. Aquí estoy, bajo el agua, o tal vez en otro planeta, volando por entre su densa atmósfera, donde el simple hecho de respirar te hace subir o bajar. Donde el sonido más característico es el de tu propia respiración. Donde no se puede hablar, y todos los movimientos son a cámara lenta.

Una impresión que me dio Ferdinand cuando le conocí es su tranquilidad, su forma reposada de hablar, como si estuviera meditando. Ahora entiendo por qué. El simple hecho de estar bajo el agua, y controlar la respiración para mantener la flotación a la profundidad adecuada, los movimientos lentos, son lo más relajante que he podido experimentar.

¡Empieza mi temporada de buceo! Lástima que estemos en otoño y queden muy pocas oportunidades antes de la llegada de las aguas frías del invierno. Hay que aprovechar, no sea que se me olvide cómo se respira bajo el agua.

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domingo, mayo 18, 2008

Bajo el agua

Hace ya mucho tiempo que no escribo en este diario. No ha sido por la falta de cosas de que hablar. Más bien al contrario, han pasado tantas cosas que no tenía tiempo para contarlas. Pero bueno, aquí va algo que  quería contar... mi nueva actividad.

Como tanta gente, los programas de Cousteau que veía cuando era pequeñito me dieron ganas de ver esos paisajes submarinos tan preciosos y coloridos. Y da la casualidad que unos de los paisajes submarinos más fabulosos se encuentran a unas pocas horas de vuelo desde aquí, en la gran barrera de coral de Australia. Este siempre ha sido uno de los lugares que he querido visitar. Y no pienso hacer que se me escape la oportunidad, sobre todo con las amenazas que hay de que desaparezca por causa de la subida de la temperatura de los mares.

Pero la mejor manera de visitar este arrecife es como buzo. Hacen cursos de buzo en la zona del arrecife, pero la verdad es que prefiero disfrutar del paisaje y no pasar todo el tiempo distraído aprendiendo a respirar bajo el agua. Total, que un día que fui a la piscina, hace como unos dos meses, vi una señal que indicaba que el mismo día ofrecían la experiencia de bucear con botellas de aire en la piscina. Me apunté enseguida.

El instructor, Ferdinand, nos enseñó cómo respirar bajo el agua, y nos llevó, a pares, bajo el agua de la piscina. La mayoría de los que participaron tuvieron problemas para suprimir la tendencia natural de mantener el aire bajo el agua, y uno de ellos no pudo hacer el recorrido, ida y vuelta a lo largo de la piscina de 50 metros. Yo estaba ansioso, esperando que llegara mi turno, viendo que no era tan fácil eso de bucear.

Al final llega mi turno. Me pongo las gafas, y me enchufo el respirador a la boca. Pruebo a respirar, y bien, normal. Como si el respirador fuera simplemente un tubo abierto al aire. Pongo la cabeza bajo el agua, y tomo aire. Nada, sin problemas. ¿por qué la mayoría no podía hacerlo? Para mí respirar bajo el agua me parecía muy natural. ¿Será que yo en otra vida fuí un pez? Hice el paseo bajo el agua, y ví cómo mi compañero se esforzaba en mantener el pánico. Yo, en cambio, disfrutaba del paisaje bajo el agua. Nunca había tenido la oportunidad de ver a los nadadores desde este ángulo. Parecía como si yo estuviera volando, bajo el agua, y los nadadores eran otros seres voladores que estaban más arriba.

Me dio un poco de miedo. Miedo a que esta sensación vaya a hacer cambiar mi vida. Me di cuenta que me había enganchado. Tenía que aprender a bucear. Da igual si voy a la gran barrera de coral o no. Da igual si se ven peces o no. Esta sensación de volar, sin gravedad, con el sonido de la respiración propia como fondo, es algo que tenía que repetir.

Al salir del agua me faltó tiempo para preguntar a Ferdinand sobre los cursos de buzo y apuntarme a uno de ellos.
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