Hace unas semanas tuve la oportunidad de visitar Roma para atender un congreso. El congreso fue en un centro de investigación médica en las afueras de Roma. La verdad es que la ocasión no fue la mejor para la visita por varios motivos. Primero, hace apenas un mes estaba en España, casi al lado desde la perspectiva de Australia, pero no pude conectar los viajes. Total que en un mes he viajado a España, Australia, Japón, y ahora a Italia. Segundo, el tema del congreso no es mi punto central de mi investigación. Más bien, me parece que mi ponencia es una de esas raras en la periferia del tema del congreso. Con lo que muy pocas de las otras ponencias están relacionadas directamente con mi trabajo. Pero bueno, dejemos el trabajo a un lado, y hablemos de Roma.
Las guías turísticas hablan de los peligros de Roma para los turistas por la cantidad de gente que intenta aprovecharse de los turistas… y tienen razón. Mi hotel está en las afueras de Roma, pero más cerca del aeropuerto que el centro, y mi taxista insistía en pedirme más del doble de lo que se suele cobrar para llegar al centro. Y es que decía que el hotel está lejos del centro. Y yo me pregunto, ¿será que los taxistas sólo saben ir del aeropuerto al centro, y luego desde allí hasta el destino? Al final conseguí un precio más bajo, pero aun así mucho más alto de lo que realmente debería costar… y luego me dijeron en el congreso que otros pagaron mucho más. Así que… ¡cuidadito si vienes a Roma!
Pero Roma tiene algo que otras ciudades no tienen, y son sus restos arqueológicos. He visto fotos y películas del coliseo, pero eso no me preparó para la primera visita. El coliseo es…. pues colosal. Ta vez sea porque lo que se ve ahora es el esqueleto, las trazas de lo que fue en su momento glorioso y la imaginación llena los huecos y añade más detalle, no sé, pero es algo que me llegó directo al corazón. Y al lado está el foro romano, con restos de construcciones a cuál más grandiosa.
Hice mis paseos turísticos solo, simplemente con la ayuda de mi GPS y un par de aplicaciones turísticas en el iphone. En cada esquina, en cada calle, había alguna iglesia enorme, o una plaza llena de restos romanos. En cierto momento mi punto de vista cambió. Estoy en la Roma antigua. Mis ojos ven por encima de las ruinas y descubren el mármol que ya no está porque algún papa o rey se lo ha llevado a su museo. Los gatos que llenan una de esas ruinas se me antojan descendientes directos de los que pululaban la misma plaza dos mil años atrás. Y yo sólamente veía la roma moderna cuando, de paso entre una ruina y la siguiente, tenía que sortear el tráfico, un tráfico que me parecíó caótico al principio pero ahora se me antoja algo orgánico y con vida propia, que se tiene que tratar ignorando las señales de tráfico, que nadie obedece, como si fueran obra del diablo y que hay que evitar a toda costa.
Me parece que este viaje me dejará huella, para bien y para mal. Lo peor fueron los taxistas y gente del transporte, pues decidieron hacer huelga y, aunque dijeron que dejarían algunos servicios en algunas líneas, o bien cambiaron de idea y yo no me enteré, o los empleados del transporte público no sabían lo que estaban haciendo ni quién estaba haciendo huelga (para deleite de los taxistas). Lo mejor fueron los restaurantes, o por lo menos los que visité. En el primero, Abruzzo, cerca de la famosa fuente de Trevis, era un restaurante pequeño donde el dueño se deleitaba hablando con los comensales, sugeriendo comida (y qué platos mamma mía) y ofrecieno chupitos de licor después de la cena. En el segundo, La Taverna dei Amici, un restaurante más grande pero lleno a rebosar, donde me ofrecieron una especie de espaguetis hechos a mano que me llevaron al séptimo cielo. Lo peor fue la falta de organización y la falta de información, esto era un caos en todas partes. Lo mejor fueron esos restos gigánticos del Coliseo, las termas de Caracalla, las ruinas majestuosas del foro, y la sorpresa de encontrar un monumento asombroso a la vuelta de la esquina.
Roma tiene dos corazones, o dos vidas paralelas que coexisten en cierta extraña armonía o conflicto, según cómo se mire. El contraste entre los restos antiguos y la vida moderna es tal, que uno se pregunta cómo fue que los romanos pudieron llegar a formar tal civilización, y dónde está el legado de tal cultura en la vida moderna de Roma.
Veni, vidi, pero no vinci.