viernes, diciembre 21, 2007

Narita


Si vuelas a Tokio, lo más seguro es que el aeropuerto de llegada sea el de Narita. Es el aeropuerto para los vuelos internacionales, más grande que el aeropuerto antiguo, Haneda, y más bien lejos de Tokio. El pueblo más cercano, Narita, está ubicado entre campos de arroz.  Es tal vez un pueblo japonés típico, más bien pequeño, pues puedes recorrerlo a pie sin problemas. Y tiene su templo.

El templo de Narita, junto con sus jardines, es más grande que lo que uno se puede esperar para un pueblo tan pequeño. Si por alguna razón tengo que estar en el aeropuerto varias horas, o tengo que pasar noche cerca del aeropuerto, me acerco a Narita, para ir a cenar, o visitar el templo.

Llegué a Narita ayer por la tarde, justo a tiempo para cenar. El hotel, Narita Nikko, es una escala normal para cualquier pasajero que viaje en Japan Airlines y tenga que pasar la noche cerca del aeropuerto para continuar el vuelo al día siguiente. Los clientes del hotel, casi todos turistas internacionales, no saben la joya que hay al lado mismo, solamente a 10 minutos en autobús, un autobús que es gratis.

Con lo que nada más llegar al hotel, dejo el bullicio (cuando llegué había un grupo ruidoso de adolescentes indios, todos con su uniforme amarillo chillón y su incapacidad para tomar un ascensor en un hotel donde no hay escaleras excepto para casos de emergencia... pero dejemos las quejas bien guardadas entre este paréntesis), y tomo el autobús para Narita, mi primera escala en este viaje de visita a la familia de Mineko.

El autobús llega a su destino en Narita, en una calle que conozco. Paso un tiempo paseando por las calles intentando orientarme, hasta que al final el pitido de un tren me indica la dirección que he de tomar.

Llego a la estación de tren, la cruzo, y llego a la zona que conozco, o eso creia. Todo parece mucho más pequeño de lo que me acordaba, tal vez he crecido...? El pub-restaurante que Mineko y yo descubrimos  hace ya varios años tiene que estar por aquí, pero no lo encuentro.

Veo un cartel con fotos de comida. Es norma en Japón el que los restaurantes muestren fotos o modelos de plástico de las comidas que ofrecen... algo muy práctico para turistas que no saben el lenguaje. Este cartel está en el lugar donde tendría que estar mi pub, pero no me suena todo esto... el cartel, en japonés, indica una puerta que lleva a un sótano... no sé, no me suena. Con lo que sigo buscando. Encuentro otra estación de tren, más grande. ¿Tal vez sea ésta mi estación? Pero la zona es completamente desconocida para mí.

Encuentro un plano de Narita, y sí, todo parece indicar que mi pub es el del cartel que ví antes, con lo que vuelvo. Varios grupos de jóvenes entran en el lugar, y los sigo. Si hay tanta gente del lugar que entra, debe de ser un buen sitio...

Entro dentro. El lugar, bullicioso, lleno a tope de gente, !es el lugar! Me acuerdo del decorado. Hay una cola de gente esperando a sentarse. Nunca lo había visto tan lleno. Se acerca alguien, me pregunta algo. "Hitori", digo. "Una persona". Me dice algo que no entiendo, parece ser que hay algún problema. "Wakarimasen", "no entiendo". Al final llega otra persona que habla inglés, me dice que no hay sitio disponible para una persona. Parece ser que esta noche está lleno, tal vez solamente quedan zonas reservadas para grupos... Lástima, tengo que dejar el lugar. Tal vez, si hubiera entrado un cuarto de hora antes, cuando estaba dudando de si era el lugar, habría podido quedarme...

Voy a otro lugar, casi vacío. Me imagino que la comida no será especialmente buena, pero no tengo tiempo, el autobús que quería coger de vuelta sale dentro de media hora. Con lo que entro. La comida ciertamente no era nada especial, pero por lo menos no era cara... y la cerveza, Kirin Original Draft, estupenda. El servicio, un poco lento. Miro el reloj, el autobús sale dentro de diez minutos... ¿lo podré tomar?

Acabo la cena, pago y vuelvo al autobús a toda prisa. El transporte público japonés es puntual hasta el extremo. Queda un minuto para la salida, veo el autobús en la distancia. Echo a correr, esperando que esta vez el conductor se retrase... ¡vanas esperanzas! El autobús sale, puntual, cuando yo estaba a unos diez metros de él...

El siguiente autobús sale dentro de cincuenta minutos, ¿qué hago? ¡Pues visitar el templo! Hay un tesoro que tal vez pueda encontrar, un geocache escondido en los jardines. Mi receptor GPS dice que el cache está a un kilómetro 200 metros, y esto es en línea recta. En realidad tiene que ser más. Está un poco lejos dado el tiempo que tengo, pero bueno, vamos a intentarlo.

Camino hacia el templo a paso rápido, a través de calles desiertas del casco antiguo. Llego al templo, la puerta de entrada al recinto está abierta. Bueno, no hay puerta sino un portal gigante, iluminado con luz nocturna. El lugar parece misterioso, evocativo, solitario. Hay altares aquí y allí, rodeando varios edificios altos, de arquitectura oriental. Hay un grupo de tumbas cubriendo la ladera de la colina que, de noche e iluminado como estaba, parecía sacado de  una pelicula de fantasía... espero encontrar un fantasma cerca, pero no, encuentro un guardia haciendo su ronda. Me saluda, y sigue su ronda.

Entro en los jardines, oscuros, solitarios. El cielo, estrellado y con luna, ofrece la impresión de que estamos en la era Edo y que algún salteador de caminos me espera a la vuelta de la esquina. Pero sigo, siguiendo la señal del GPS, cada vez más cerca del destino. Conozco el lugar lo bastante como para no perderme en la noche, y encuentro el cache sin problemas usando la luz de mi ordenador de bolsillo. ¡Mi primer tesoro japonés! No tengo tiempo para disfutar de mi botín, simplemente escribo mi nombre en el cuaderno de notas del cache y tomo un travel bug que me llevaré a Australia.

De vuelta al autobús. ¡Quedan quince minutos! Mejor será correr, a ver si pierdo este autobús también, que es el último. Corro escaleras abajo, modero mi marcha cuando paso cerca del guardia... por si acaso. Y vuelvo a correr. Esta vez cuesta arriba... Llego a la zona de restaurantes, y tengo que esquivar a gente por aquí y por allá. Llego a la estación, veo el autobús en la distancia. ¿Lo voy a perder otra vez? Aprieto mi carrera, saltando peldaños de bajada de dos en dos. Faltan dos metros, y el autobús cierra la puerta, listo para partir. ¡No!

Pero el conductor me ve, y abre la puerta otra vez. Pregunto si va al hotel Nikko y me dice que no, que el siguiente. ¡He llegado con cinco minutos de adelanto! Este es el tiempo que me cuesta recuperar la respiracón. La temperatura, tres grados, no me afecta, estoy sudando de la carrera. Pero he llegado a tiempo.

Todo esto ocurrió anoche. Escribo desde el autobús que me lleva del aeropuerto de Narita al de Haneda, el aeropuerto antiguo, desde donde sale mi siguiente avión, destino a Hokkaido, la isla del norte, la isla de Mineko.

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2 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Uhmmmmm... Me ha encantado este paseo por Narita, Diego. Por un momento casi he temido que te chocaras de bruces con Pris, ya sabes, ella vuelve de vez en cuando a Japón, es casi su segunda tierra, jejejeje....

Besitossssssssssssss

PD: No tardes en contar cosas de la isla de Mineko, por fa por fa y como son las navidades en Japón, aunque supongo que ellos no las celebran, claro... Más besitossss, ah y feliz Navidad

Unknown dijo...

Hola Esther,

En este viaje no voy a Kioto con lo que no podré visitar Pris...