lunes, septiembre 28, 2009
Washington en bici
Bethesda es una zona residencial al borde de Washington DC. El metro de Washington llega a Bethesda, y mejor aun, se puede ir en bici hasta la capital misma. Hay una línea de ferrocarril abandonada que se ha rehabilitado como pista para bicis, y en Bethesda mismo hay una tienda que tiene bicis de alquiler. El precio es bastante caro, 35 dólares por un día. Para dar un poco de perspectiva, se puede alquilar un coche por menos. Pero me hacía ilusión ir en bici a Washington, y así, en mi primer domingo de este viaje alquilé una.
La pista está asfaltada, y es muy popular. Abundan no sólo ciclistas sino que también peatones caminando y corriendo, patinadores, e incluso vi a uno que parecía estar esquiando con patines y palos de esquí. Lo que no hay es vehículos de motor ni de tracción animal (aparte de la humana, se entiende).
El lugar transcurre por entre bosques. Es sorprendente que se pueda llegar hasta casi el centro de Washington sin apenas ver una casa, y sin soportar ruido de coches. La pista, cuesta abajo, llega hasta un río, el Potomac, un río ancho y tranquilo, sin lanchas de motor (qué diferencia con Sidney!) y con gran cantidad de gente haciendo piragüismo. Vamos, más que la capital del país más poderoso del mundo donde se toman decisiones a escala global esto parece un lugar de reposo y vacación.
Y así, sin darme apenas cuenta, llego al final de la pista, en Georgetown, un pueblo adyacente a Washington. I desde allí, tras perderme por las calles con tráfico, decido circular por los parques bordeando el río. Y en una de éstas me encuentro con un edificio que parece un templo romano. Es el mausoleo de Lincoln, en el corazón mismo de Washington DC. De repente aparecen turistas por todas partes, y al llegar al mausoleo veo, enfrente de mi, la avenida principal. La escena me recuerda a una escena de la película "Forest Gump", pues delante de mí veo el estanque, más allá un obelisco gigante que es el monumento de Washington (el primer presidente de EEUU), y al fondo el capitolio donde se toman todas las decisiones. Lo que falta es la gente, pues en la película la avenida estaba a rebosar, pero ahora está casi vacía. No es que no haya gente, al contrario, hay mucha gente pero es muy diminuta, empequeñecida por la escala de la avenida y el obelisco. Y es que la avenida es tan ancha que se necesitarán cientos de miles de personas para llenarla.
Bueno, yo sigo con la bici, sin pararme a visitar los monumentos (que la bici no tiene candado!), recorriendo la inmensa avenida, y viendo autobuses, turistas a pie, en bici y en segway, pero la avenida es tan grande que me doy la vuelta antes de llegar al capitolio, que el calor aprieta y no hay árboles que me protejan del sol. De vuelta veo la casa blanca (estará el presidente?), y un grupo de turistas en segway. Oye, eso del segway parece muy interesante. Los segwayeros, que seguro que acaban de aprender a usarlo, se mueven sin hacer ningún esfuerzo aparente, sin dar trompicones por la falta de experiencia... igual me apunto a uno de esos tours.
El calor sigue aprietando con lo que vuelvo a la pista de vuelta a Bethesda. Ya en la sombra disfruto del viaje de vuelta, ahora cuesta arriba pero apenas sin notarse. Otra vez las piraguas en el río, caminantes, gente corriendo y en bici y patines, todos disfrutando de un día soleado a finales de agosto.
De la experiencia decido que tengo que conseguir una bici como sea. Pero descubro que las tiendas no venden bicis baratas, y el mercado de segunda mano es bastante flojo. Mirando aquí y allá, buscando en páginas web, yendo a tiendas, al final encuentro bicis más bien baratas, y me acabo de comprar una por unos 150 dólares incluyendo el envío a domicilio. No sé si la podré vender, pero de seguro que el gasto lo voy a amortizar, no tengo más que hacer unas cinco escapaditas en bici... y ya tengo el candado.
viernes, septiembre 18, 2009
Primera impresión de Bethesda
Otra vez estoy de viaje, esta vez en EEUU. Este año tengo sabático, es decir que mi trabajo me permite pasar hasta seis meses visitando otros centros de investigación, sin distracciones administrativas y sin dar clases. Puedo dedicar todo el tiempo para la investigación y para fortalecer contactos. Hace cuatro años visité Edimburgo y España, este año hago una visita al centro NIH en Bethesda durante tres meses. El resto lo pasaré en Australia.
Ya hablaré de NIH en otra ocasión, en este relato hablaré de mis primeras impresiones de Bethesda.
Bethesda es un barrio-ciudad cerca de Washington, la capital de EEUU. La primera vez que oí este nombre fue hace unos años, jugando a un juego de rol llamado Morrowind. Los creadores de este juego tan adictivo son Bethesda Softworks. Poco me imaginaba que había un Bethesda verdadero, y menos aún que un día lo visitaría.
Dejé el invierno de Australia, fresco y soleado, para llegar a un Bethesda de noche bochornosa, calurosa y húmeda... y la patrona de la casa dice que menos mal que ya es de noche y ya no hace calor. ¿Cómo será de día?
Al día siguiente me levanto muy temprano pues mi reloj interno se queja. No tengo desayuno, y como la mañana es fresca decido dar un paseo hasta el centro de Bethesda. Media hora de paseo, viendo el día despertarse y la carretera llenarse de coches de gente que va al trabajo. El calor empieza a notarse pero al final llego al centro, donde encuentro una casa de pancakes, tortas dulces de harina, mantequilla y huevo que aún no sé cómo se llaman en español.
Ya repuesto, sigo explorando el lugar hasta encontrar mi objetivo, un supermercado para aprovisionarme de comida para la semana. Me asombro de lo barata que está la comida comparada con Australia, y la fruta y verdura tienen una pinta admirable. Y lo mejor de todo, las bayas... ¡tan baratas y con esa pinta!
Comprar la comida es una cosa, y otra es llevarla a casa... ya es media mañana, el calor arrecia, y tengo no sé cuántos kilos que llevar de vuelta... y cuesta arriba, o eso me parece por el calor. Tengo que descubrir la ruta del autobús, pienso mientras camino con las bolsas en una calle con tráfico y pocos árboles, vamos nada idílico.
Y así me paso el día, caminando de aquí para allá, bajo un calor de justicia, con jet-lag, pensando que me tenía que haber traído más camisas de manga corta...
¡Y quedan tres meses por delante!
Ya hablaré de NIH en otra ocasión, en este relato hablaré de mis primeras impresiones de Bethesda.
Bethesda es un barrio-ciudad cerca de Washington, la capital de EEUU. La primera vez que oí este nombre fue hace unos años, jugando a un juego de rol llamado Morrowind. Los creadores de este juego tan adictivo son Bethesda Softworks. Poco me imaginaba que había un Bethesda verdadero, y menos aún que un día lo visitaría.
Dejé el invierno de Australia, fresco y soleado, para llegar a un Bethesda de noche bochornosa, calurosa y húmeda... y la patrona de la casa dice que menos mal que ya es de noche y ya no hace calor. ¿Cómo será de día?
Al día siguiente me levanto muy temprano pues mi reloj interno se queja. No tengo desayuno, y como la mañana es fresca decido dar un paseo hasta el centro de Bethesda. Media hora de paseo, viendo el día despertarse y la carretera llenarse de coches de gente que va al trabajo. El calor empieza a notarse pero al final llego al centro, donde encuentro una casa de pancakes, tortas dulces de harina, mantequilla y huevo que aún no sé cómo se llaman en español.
Ya repuesto, sigo explorando el lugar hasta encontrar mi objetivo, un supermercado para aprovisionarme de comida para la semana. Me asombro de lo barata que está la comida comparada con Australia, y la fruta y verdura tienen una pinta admirable. Y lo mejor de todo, las bayas... ¡tan baratas y con esa pinta!
Comprar la comida es una cosa, y otra es llevarla a casa... ya es media mañana, el calor arrecia, y tengo no sé cuántos kilos que llevar de vuelta... y cuesta arriba, o eso me parece por el calor. Tengo que descubrir la ruta del autobús, pienso mientras camino con las bolsas en una calle con tráfico y pocos árboles, vamos nada idílico.
Y así me paso el día, caminando de aquí para allá, bajo un calor de justicia, con jet-lag, pensando que me tenía que haber traído más camisas de manga corta...
¡Y quedan tres meses por delante!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)