Barcelona suele ser la ciudad destino de mis vuelos a España. Siempre llego cansado y con las horas cambiadas por la diferencia horaria con Australia, y aprovecho la estancia para descansar, dejar mis hábitos australianos, y recuperar mis hábitos españoles. Y es que yo soy una persona que, vaya donde vaya, no puedo evitar el adaptarme al lugar y cambiar.
Barcelona también tiene percepciones distintas para turistas españoles y extranjeros. Para los turistas españoles, Barcelona es esa ciudad cosmopolita y europea, decididamente europea. Para los turistas extranjeros, Barcelona es esa ciudad que, estando en España, ofrece tanto ambiente, cerveza, vino y tapas. Y en cierto modo esas dos facetas se me aparecen a mí cuando la visito. La veo de una forma cuando llego desde Australia, y de otra distinta cuando la dejo tras visitar España.
En el viaje más reciente visité Barcelona tras una ausencia de España de dos o tres años. Fue un viaje largo, de Australia a
Singapur, y de allí a Barcelona. La ocasión, visitar familiares durante las vacaciones de Navidad y Año nuevo. En Barcelona están Celia y Manolo, y muy cerca Alex y Mercedes. ¡Saludos a todos y gracias por acogerme! Tuvimos ocasión de hablar, jugar con Alejandro y Natalia a futbolines y tantas otras cosas. Pero bueno, el tema de esta entrada son mis impresiones de Barcelona como ciudad.
Durante los primeros días, y aún con mi prisma de australiano, Barcelona se me antoja ciudad fría, que es invierno y vengo del verano australiano. Me traje ropa de abrigo de todo tipo, pero el frío barcelonés no se combate con la ropa, sino acostumbrándose a él. Por mucha ropa que te pongas, el frío entra y no se puede evitar. No es tanto el frío como la humedad que cala. Pero no me quejo, que por humedad hay mucha más en Gandia, que ya hablaré en otra entrada de este blog.
Barcelona tiene muchas atracciones turísticas, pero no suelen cambiar mucho con el tiempo, con lo que en este viaje no hago el recorrido turístico. Tampoco hago el recorrido de bares y restaurantes, que como no viene Mineko esta vez no me apetece salir. Simplemente, paseo por la ciudad. Y es cuando te das cuenta que es una ciudad como todas las ciudades, ruidosa y con un tráfico imposible, tanto que realmente pasear por las calles es exponerse a agresiones acústicas y olfativas por el ruido del tráfico y la contaminación. Acostumbrado a la tranquilidad de los suburbios de Sidney, este ajetreo me pone nervioso. Para evadirme del ruido visito una galería de arte de entre tantas que hay, o entro en uno de sus tantos bares y restaurantes, que tienen su ruido pero es más agradable. Y la comida, como esperaba, muy barata y muy buena comparado con lo que se come en Sidney. Algo que me encanta de España es que prácticamente cualquier bar y restaurante sirve una comida sorprendentemente buena por el precio. Es cierto que no es tan barata como la de Singapur, y la verdad es que no sé qué decir si es más buena. La comida española es tan diferente de la asiática que no se pueden comparar, simplemente hay que disfrutarlas cada una por separado.
Varias semanas más tarde, ya de vuelta a Australia y tras visitar a los familiares de Gandia, paso por Barcelona otra vez. Tras varias semanas de vacaciones y felicidad, ¡que hace tanto tiempo que no nos vemos, familia!, Barcelona no es tan fría, ni tan ruidosa. Tal vez porque aún hay ambiente de vacaciones, o porque mi mente está más relajada, no sé, la ciudad se hace más hospitalaria. Aprovecho para hacer las últimas compras, cosas que quiero comprar en España como regalos para la gente de Australia, y para mí una cajita de azafrán, que es más barato que en Australia y no pesa nada. El azafrán lo encuentro en una tienda de especias del casco antiguo. Y es cuando vuelvo a descubrir el encanto del casco antiguo, con sus edificios antiguos y calles estrechas. Algo tan antiguo no existe en ninguna ciudad de Sidney, y el verlas me transporta a siglos pasados, intentando imaginarme cómo viviría la gente de estas calles entonces.
Barcelona se despide de mí con una imagen casi insólita de un Tibidabo helado.
Barcelona, punto de entrada y salida de España, antes, y ahora.