miércoles, julio 11, 2007

La aldea de los bonsais


En un pueblo al norte de Tokio hay una concentración inusual de bonsais. Es la llamada aldea de los bonsais, un barrio de la actual ciudad de Omiya. En este lugar se refugió un grupo de entusiastas del bonsai después del gran terremoto de mediados de los años 20 que destruyó Tokio y alrededores. El lugar es conocido por entusiastas del bonsai, incluyendo nuestro maestro de Sidney, quien nos recomendó venir aquí.

Llegamos a Omiya tomando el tren desde el aeropuerto internacional de Tokio Narita. El tren nos llevó a través de edificios, carreteras e industrias, más de una hora en tren por zonas urbanas a través de la parte más poblada de Japón. Omiya está en la provicia de Saitama, pero para el ojo ajeno se diría que es parte de Tokio pues no hay manera de ver cuándo acaba Tokio y cuándo empieza Omiya, del mismo modo que no se puede distinguir Barcelona de Hospitalet, pero a una escala mucho más grande.

En el camino desde la estación hasta nuestro hotel, a unos doscientos metros, disfruto de ver a la gente y su forma de vestir, sobre todo la moda femenina. Tokio tiene una moda especial, tan distinta de la moda global casi uniforme que se ve en otras partes del mundo. Abundan trajes diseñados para llamar la atención. Los trajes son como de muñeca del espacio, y combinan muy bien con las caritas de muñeca que suelen tener las japonesas de la zona de Tokio (caras redondas, ojos enormes, pieles finas y pálidas). No me atreví a hacer fotos de los transeuntes, esta vergüenza mía...

El Japón urbano, y sobre todo la zona de Tokio, es un lugar bullicioso y ruidoso, con tráfico a todas horas y gente yendo de aquí para allá. Pero bueno, igual hablaré de esto en otra ocasión.

El hotel donde pasamos noche es un hotel de negocios típico, con todas las facilidades pero con poco espacio. El cuarto de baño tiene una bañera diminuta y honda, donde la gente se sienta, no se tumba, para tomar el baño.

Pero lo importante de este lugar son los bonsais. Según las guías hay diez parques de bonsais y varios miles de arbolitos. Solamente encontramos cuatro de los parques. pero los bonsais que encontramos fueron verdaderas maravillas. Me asombró el ver bonsais "gigantes" de más de un metro de altura. con sus ramas retorcidas y cuidadosamente colocadas según el sentido estético del cuidador. No dejaban hacer fotos, pero estos bonsais se han quedado grabados en mi memoria para siempre. Árboles centenarios, pasados de generación a generación. Visitamos un parque donde la maestra era la quinta generación en su familia, conocida en el Japón (y nosotros sin saberlo), y muy afables. Su padre, gran maestro, se esforzaba en comunicarse conmigo en Japonés. Me contó que ha visitado España en dos ocasiones a dar ponencias. El lugar que visitó fue Benicarló, a medio camino entre Valencia y Barcelona. Un lugar que intentaré visitar en mi próximo viaje a España. Como no pude hacer fotos "robo" una de las fotos de su página de web para ilustrar esta entrada de blog.

Nos despedimos de Tokio, un Tokio lluvioso (estamos en la estación de lluvias) y escribo desde el avión, camino a Asahikawa, en Hokkaido, la isla del norte, ciudad natal de Mineko. La familia de Mineko nos espera. Hokkaido nos espera.

2 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Me apetece todavía más visitar Japón.. Es un país curioso e interesante. Supongo que me llama tanto la atención porque siempre me ha gustado la particular forma de ver las cosas que tienen en Oriente. Japón y su cultura Zen, que abarca mucho más que la decoración de una casa. Los Haikus. Los bonsais. Esa forma de dedicarle tiempo a cosas aparentemente insignificantes y a través de ellas, conocerse a uno mismo, aprender a tener paciencia, a esperar el momento para cada cosa....
Cuando pienso en Japón, a pesar de esa vida bulliciosa de la que hablas en Tokio y que he podido ver en muchos documentales, no puedo evitar pensar en una cierta paz... En movimientos relentizados, en tomarse tiempo hasta para observar el vuelo de una mariposa...

Besos

Unknown dijo...

Hola Esther, es verdad que Japón es un país de contrastes, y la misma persona que trabaja sin descanso durante los días de trabajo, llegado el fin de la jornada laboral se va de copas con los compañeros de trabajo, a veces incluso con los jefes, a relajarse y olvidarse de asuntos de trabajo. Y los fines de semana y días de vacaciones son sagrados.