Los últimos días en Praga han pasado volando. El sábado atendí a las últimas sesiones del congreso mientras Mineko se intentaba recuperar de su viaje agotador. Para acelerar el proceso de recuperación fuimos al "wellness centre" del hotel, que además de piscina y sauna tiene masaje tailandés. Yo me hice una hora de masaje, Mineko hora y media más sauna. El masaje fue excelente. Una presión por aquí, un movimiento por allá, y el cuerpo se siente como recién puesto. Estaba tan relajado que a mí me parece que ronqué durante el masaje. Pero Mineko, que estaba al lado, dice que no, que no ronqué. Claro que ella también estaba haciéndose un masaje con lo que igual ella estaba soñando que yo no roncaba y que esos sonidos que se oían eran las olas al romper en su acantilado onírico...
Mi plan inicial era el ir a un concierto en el centro de Praga, pero al final nos quedamos en el hotel, cenando en uno de sus restaurantes. La comida, cara y salada (al parecer al gusto checo, no el precio, sino el sabor), pero por lo menos no teníamos que salir del hotel, que no hay nada cerca.
Y el domingo ha sido el último día en Praga, un día largo y agotador. Por la mañana, tras hacer las maletas y dejarlas en la consigna del hotel corrimos a coger el autobús que nos llevaría al metro, que casi lo perdemos. El plan era ir al centro histórico y apuntarnos a uno de los numerosos recorridos turísticos de la ciudad. El recorrido en particular prometía, pues combinaba paseo a pie, tranvía, y barco por el río, durante un total de 6 horas. Y la comida "típica checa" estaba incluída. Pero con las prisas de coger el autobús nos dejamos la información del recorrido en las maletas, y tras mucho correr por el centro en busca de una oficina de turismo donde supieran algo (que hay cantidad de oficinas pero los atendientes no saben gran cosa) al final llegamos tarde al grupo y ya había salido.
Desilusionados, buscamos otra alternativa, y al final nos apuntamos a un recorrido de dos horas en autobús por la ciudad. El recorrido no tuvo nada de especial, con mensajes pregrabados que no estaban muy bien sincronizados con lo que veíamos. "A la derecha pueden ver X... y a la izquierda pueden ver Y..." pero no tenía claro dónde estaba X y dónde Y. Pero el recorrido tuvo la sorpresa de llevarnos al castillo de Praga, un castillo todavía en activo. El presidente de la república checa tiene su residencia en tal castillo, aunque más que castillo parecía un palacio pues no ví ninguna fortificación. Eso sí, el edificio púrpura de estilo antiguo era impresionante, y más impresionante era la iglesia gótica enfrente del castillo-palacio.
De vuelta al centro buscamos donde comer y al final acabamos en el restaurante que fui con David dos días antes. La camarera, tan sonriente como la otra vez, nos sirvió comida estupenda, aunque eso sí, salada (faltaría más). Tal vez sea por eso que los checos consumen tanta cerveza? Y esta vez cuando pedí la cuenta no nos dieron cerveza extra.
Las últimas horas las pasamos viendo el barrio judío, que es un barrio poco corriente para ser judío, pues lo renovaron completamente a principios del siglo XX y no tenía las típicas callejuelas retorcidas sino calles amplias y rectas, con su sinagoga aquí y allá. La comunidad judía en Praga fue muy influencial hasta que llegó la calamidad de Hitler y acabó con todo, pero por lo menos quedaron los edificios.
Y al final, al aeropuerto, a tomar el avión que nos llevara a Atenas. O más bien los aviones, pues tomamos aviones separados. Mi vuelo estaba previsto para las 11:50 de la noche, y el de Mineko para lass 11:05, un poco antes. Pero el vuelo de Mineko se ha retrasado unas dos horas y al final yo he partido antes. Y aquí estoy, son las 4 y veinte de la mañana, en el aeropuerto de Atenas, esperando a Mineko, que debe de estar a punto de llegar... espera que mire la lista de vuelos... la llegada está prevista para las 4 y veinticinco... a ver cuánto tarda en llegar a la salida, que por lo menos en mi caso el recorrido desde el avión hasta las maletas era interminable.
Bueno, para terminar, mi impresión de Praga es que los lugareños (que al final no sé cuál es el gentilicio) se están aprovechando de los fondos generados por el turismo, y el resultado es una ciudad que más que ciudad parece un parque temático. Muchos de los taxistas son unos aprovechados, pero el sistema en general está muy bien organizado. El transporte público es tremendamente eficaz, y la ciudad tiene todas las facilidades. Qué diferente de cuando fui la otra vez, que era una ciudad que se estaba despertando de su pesadilla, donde el mercado negro de cambio de moneda era rampante, y donde todo el mundo podía hablar ruso pero nadie quería hacerlo. Pero me cuentan que aún ahora prefieren no hablar en ruso aquellos que aún se acuerdan.
Y los turistas? Cuando fui la mayoría eran alemanes y yo debería ser el último español de aquellos lares. Ahora me parece que la mayoría de los turistas eran españoles... qué invasión!
Mi plan inicial era el ir a un concierto en el centro de Praga, pero al final nos quedamos en el hotel, cenando en uno de sus restaurantes. La comida, cara y salada (al parecer al gusto checo, no el precio, sino el sabor), pero por lo menos no teníamos que salir del hotel, que no hay nada cerca.
Y el domingo ha sido el último día en Praga, un día largo y agotador. Por la mañana, tras hacer las maletas y dejarlas en la consigna del hotel corrimos a coger el autobús que nos llevaría al metro, que casi lo perdemos. El plan era ir al centro histórico y apuntarnos a uno de los numerosos recorridos turísticos de la ciudad. El recorrido en particular prometía, pues combinaba paseo a pie, tranvía, y barco por el río, durante un total de 6 horas. Y la comida "típica checa" estaba incluída. Pero con las prisas de coger el autobús nos dejamos la información del recorrido en las maletas, y tras mucho correr por el centro en busca de una oficina de turismo donde supieran algo (que hay cantidad de oficinas pero los atendientes no saben gran cosa) al final llegamos tarde al grupo y ya había salido.
Desilusionados, buscamos otra alternativa, y al final nos apuntamos a un recorrido de dos horas en autobús por la ciudad. El recorrido no tuvo nada de especial, con mensajes pregrabados que no estaban muy bien sincronizados con lo que veíamos. "A la derecha pueden ver X... y a la izquierda pueden ver Y..." pero no tenía claro dónde estaba X y dónde Y. Pero el recorrido tuvo la sorpresa de llevarnos al castillo de Praga, un castillo todavía en activo. El presidente de la república checa tiene su residencia en tal castillo, aunque más que castillo parecía un palacio pues no ví ninguna fortificación. Eso sí, el edificio púrpura de estilo antiguo era impresionante, y más impresionante era la iglesia gótica enfrente del castillo-palacio.
De vuelta al centro buscamos donde comer y al final acabamos en el restaurante que fui con David dos días antes. La camarera, tan sonriente como la otra vez, nos sirvió comida estupenda, aunque eso sí, salada (faltaría más). Tal vez sea por eso que los checos consumen tanta cerveza? Y esta vez cuando pedí la cuenta no nos dieron cerveza extra.
Las últimas horas las pasamos viendo el barrio judío, que es un barrio poco corriente para ser judío, pues lo renovaron completamente a principios del siglo XX y no tenía las típicas callejuelas retorcidas sino calles amplias y rectas, con su sinagoga aquí y allá. La comunidad judía en Praga fue muy influencial hasta que llegó la calamidad de Hitler y acabó con todo, pero por lo menos quedaron los edificios.
Y al final, al aeropuerto, a tomar el avión que nos llevara a Atenas. O más bien los aviones, pues tomamos aviones separados. Mi vuelo estaba previsto para las 11:50 de la noche, y el de Mineko para lass 11:05, un poco antes. Pero el vuelo de Mineko se ha retrasado unas dos horas y al final yo he partido antes. Y aquí estoy, son las 4 y veinte de la mañana, en el aeropuerto de Atenas, esperando a Mineko, que debe de estar a punto de llegar... espera que mire la lista de vuelos... la llegada está prevista para las 4 y veinticinco... a ver cuánto tarda en llegar a la salida, que por lo menos en mi caso el recorrido desde el avión hasta las maletas era interminable.
Bueno, para terminar, mi impresión de Praga es que los lugareños (que al final no sé cuál es el gentilicio) se están aprovechando de los fondos generados por el turismo, y el resultado es una ciudad que más que ciudad parece un parque temático. Muchos de los taxistas son unos aprovechados, pero el sistema en general está muy bien organizado. El transporte público es tremendamente eficaz, y la ciudad tiene todas las facilidades. Qué diferente de cuando fui la otra vez, que era una ciudad que se estaba despertando de su pesadilla, donde el mercado negro de cambio de moneda era rampante, y donde todo el mundo podía hablar ruso pero nadie quería hacerlo. Pero me cuentan que aún ahora prefieren no hablar en ruso aquellos que aún se acuerdan.
Y los turistas? Cuando fui la mayoría eran alemanes y yo debería ser el último español de aquellos lares. Ahora me parece que la mayoría de los turistas eran españoles... qué invasión!
2 comentarios:
Vaya tela, que horitas para llegar... En fin, espero que finalmente Mineko llegara a la hora prevista y que fuera rápida con lo de las maletas... Cuando fui a Barcelona, hace un mes ahora, me tiré un rato largo esperando mi maleta, tanto en el aeropuerto del Prat, como en el de Manises.
Y ahora a disfrutar de Atenas.. Que bonita es Grecia y que genial el barrio de Placa. Tengo tantas ganas de poder volver....
Besitosssss
Hola Esther,
Pues por casualidad, tres veces he estado en el aeropuerto de Atenas en este viaje, y las tres veces han sido a las mismas horas... qué sueño!
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