El martes pasado 25 de abril Australia celebró la batalla de Gallipoli. El hecho de que se conmemore esta batalla es bastante especial por varios motivos. Para empezar, la batalla ocurrió en Turquía, es decir, casi en las antípodas de Australia, durante la primera guerra mundial. El hecho de que se conmemore una batalla tan lejos de suelo australiano ya es curioso, pero aún hay más. El combinado de tropas australianas y novocelandesas perdieron de forma catastrófica. Parece ser que Winston Churchill y su comité de decisiones desestimó las dificultades del terreno y la decisión de los turcos para defender su patria.
Mucho se ha hablado aquí acerca del significado de esta conmemoración. La batalla de Gallipoli fue una de las primeras acciones internacionales de un país recién formado que acude a ayudar a su "protector", Gran Bretaña. El hecho de que las tropas australianas y novocelandesas se esforzaran tanto en algo que no se podía ganar se recuerda en un modo u otro en este día. Es una batalla en la que, por qué no decirlo, Australia empezó a perder su inocencia. Prueba de ello es que más tarde, tal vez como desencanto de los actos en esta batalla, y viendo las pocas ganas de Gran Bretaña de ayudar a Australia, Australia se alejara de la influencia de Gran Bretaña para tomar su camino propio. Aunque, mirando esto de manera cínica, realmente Australia ha pasado de la influencia de Gran Gretaña a la de los Estados unidos.
Realmente este día es difícil de comprender. Ya no queda ningún soldado de aquella batalla, y ahora desfilan veteranos de la segunda guerra mundial. Sí, hay otras batallas en la segunda guerra mundial que han quedado en la memoria de los australianos porque se perdieron, por ejemplo la ruta de Kokoda. Y la verdad es que aquí no se celebra ninguna batalla en la que ganaran. Ya quedan pocos de esos veteranos, y el desfile empieza a llenarse de los hijos y nietos. No sé cómo será esta celebración dentro de un par de décadas. Tal vez se convierta en el símbolo de los valores australianos, o en el símbolo de la futilidad de la guerra. No sé, habrá que esperar y ver.
sábado, abril 29, 2006
miércoles, abril 19, 2006
Y más Bodyboarding
Esta vez Mineko me ha tomado unas cuantas fotos cuando estaba haciendo bodyboard. La playa es la adyacente a Myall Lakes. Es una playa grande con un mar con carácter. La orilla tiene mucha pendiente. El mar cubre en cuanto entras un par de metros, y por eso las olas que rompían en la orilla llegaban a ser más grandes que yo. No sabéis lo difícil que me era pasar ese muro de agua para poder entrar en el mar. Las olas, con su fuerza, me echaban a la orilla una y otra vez, hasta que tras mucho intentarlo conseguía por fín pasar más allá de donde rompían. Y eso de llegar a las olas grandes del fondo, ni pensarlo. Sobre todo porque era una playa desierta. No se veía ni un alma, con lo que a ver quién me rescata si me pasa algo. Y no sé, eso de que no haya ni delfines... igual hay algún monstruo escondido entre la espuma de las olas. Con lo que me quedé en la zona cercana a la orilla. Las olas ya eran bastante grandes para mí.
Tellinas gigantes
No encontramos delfines en la playa adyacente a Myall Lakes, pero Mineko descubrió unas conchas que parecen algo así como tellinas gigantes. Parecían deliciosas para un aperitivo, pero como la zona es un parque nacional no teníamos claro si podíamos cogerlas, con lo que Mineko y yo nos pasamos un buen rato sacando conchas, y luego dejándolas en la arena, viéndo cómo se apresuraban a esconderse otra vez. El problema eran las olas. El mar estaba bastante embravecido, y en más de una ocasión las olas nos sorprendieron. Mineko quedó literalmente empapada.
En busca de los delfines
Hace dos años, en Enero del 2004, Mineko y yo fuimos a Myall Lakes, a unos 300 kilómetros al norte de Sidney. Nuestro propósito era el explorar esta zona de humedales, bastante conocida en Australia. Cuál fue nuestra sorpresa cuando el último día descubrimos a un grupo de delfines disfrutando del mar tranquilo de esa mañana. Nuestro gozo fue tal que seguimos recordando el encuentro hasta que, estas vacaciones de Semana Santa, decidimos ir a buscarlos.
Así que fuimos otra vez a la zona, a probar suerte. En Tea Gardens, una población cercana, hacen excursiones en barco para buscar a los delfines. Pero pensamos que es una forma poco interesante de verlos, y puede ser intrusiva. Con lo que acampamos en la zona y nos pasamos toda una mañana mirando al mar, a ver si los delfines aparecían otra vez. Incluso hicimos el desayuno en la playa, un desayuno a la inglesa: huevos con bacon. Nada, no hubo suerte. Los delfines no aparecieron. Pero mirando lo positivo, disfrutamos del paisaje y del desayuno.
Otra vez será. Si los delfines no vinieron en esta ocasión cuando los estábamos esperando, tal vez vendrán en otra ocasión cuando menos lo esperamos.
Las fotos son de los delfines que vimos hace dos años, del desayuno que preparé, y del mar. Las fotos son con la cámara de Mineko. Yo sigo con mi fiel cámara óptica, y aún no he enviado los negativos a revelar.
martes, abril 18, 2006
El franchipán
Aquí van las fotos del franchipán que me pide Esther. Las fotos son de hace más de un año, cuando aún vivíamos en la calle Kariwara. El franchipán que tenemos aún es pequeñito pero el árbol crecerá varios metros. Bueno, si lo ponemos en un tiesto más grande. Las flores del archipán pueden tener varios colores, pero las más elegantes a mi modo de ver son las blancas. Y el aroma que dejan, fuerte pero no empalagoso, es difícil de olvidar. Es un aroma que refresca el calor del verano.
jueves, abril 13, 2006
Las fotos de las olas
Ya me han revelado las fotos de las olas. Aquí va una muestra. Al final, los periódicos se equivocaron y no fueron las olas más grandes de los últimos 30 años... solamente llegaron a los 4 ó 5 metros cuando prometían de 6 a 7 metros. Pero la verdad, a mí ya me parecieron bastante grandes. Vosotros podéis juzgar.
domingo, abril 09, 2006
Otra vez juntos
Esta mañana Mineko ha llegado del Japón. Por fin estamos los dos juntos otra vez. Aun después de pasar toda la noche en el avión, se dejó que la llevara a la playa a ver las olas. Y bueno, según los periódicos eran las olas más grandes de los últimos 30 años, con lo que no era una ocasión para perdérsela. Y lo que disfrutamos viendo a los surfistas, y a los espectadores, que en más de una ocasión, mirando a los surfistas, no se daban cuenta que las olas llegaban hasta ellos y tenían que marcharse corriendo, mojándose los pies (y alguno que otro se cayó con el empuje de las olas).
Olas gigantes
Este sábado también fui a hacer bodyboarding a la playa Dee Why. Las olas eran aún más grandes que el fin de semana pasado con lo que no me atreví a acercarme a las rocas. En la zona donde estaba las olas eran tan grandes como en las rocas, pero sin peligro. Así pude disfrutar de que las olas me arrastraran arriba y abajo, pero una o dos veces fui capaz de montar una de las olas grandes. Con olas de tal tamaño ni intenté hacer una de las cabriolas que hacen los expertos, me conformaba con tener la cabeza fuera del agua y dejar que la ola me llevara.
Nada, esta vez tengo fotos que hice ayer desde las rocas, después de jugar con las olas. Aquí va una muestra. En una de ellas se puede ver a uno con la tabla de bodyboarding... ahora imagina que soy yo (y las ganas que tengo yo de poder hacerlo con ese estilo).
Hoy también he ido a la playa, pero ni me atreví a entrar en el agua. La zona de bajas presiones de Tasmania nos está enviando olas fenomenales. Según los periódicos el tamaño podría llegar a los siete metros. En la playa no había arena, solamente olas, un grupo de expertos surfistas haciendo de las suyas, y una multitud de gente vitoreando y animando a los surfistas. También hice fotos pero aún las tienen que revelar... por ahora, aquí van las fotos de ayer. Y ahora imagina olas de tamaño doble.
martes, abril 04, 2006
Un mar con carácter
El domingo pasado fui otra vez a la playa. No hacía calor, pero esto de que el invierno se acerca... tal vez sea la última oportunidad de ir a la playa, pensé. Por si acaso, aparte del bañador y camiseta llevé el pantalón largo y la cámara de fotos. Tal y como está el mar estos días, en vez de bañarme igual me dedico a fotografiar a los locos surfistas haciendo sus cabriolas en un mar embravecido. Esta vez me decidí por ir a Dee Why, la playa más cercana a mi casa.
Y el mar sí que estaba movido, sí. Las olas eran de dos metros y más. Incluso la playa estaba cerrada a los bañistas. Pero eso no quitó el ánimo a los surfistas, habría como una treintena en el agua. El día, aunque algo fresquillo en la sombra, era radiante. Vamos, un día otoñal glorioso. Así que me dediqué a fotografiar a los surfistas. Pero esto que me dió el gusanillo de tal vez, ¿por qué no? Yo también puedo ir al agua. Al fin y al cabo, aunque la playa está cerrada hay bañistas vigilando, y no dicen nada a los surfistas.
Así que me decidí coger mi tabla de bodyboard, y al agua que fuí. El agua estaba más caliente que el aire, ¡qué gustillo! (luego me enteré que la temperatura del agua era de 25 grados). Y las olas, aunque grandes, eran más fáciles que las de la playa de Avoca. ¿O tal vez estoy mejorando mi técnica? Me era fácil llegar a donde rompen las olas, y tenía menos problemas con las olas grandes. Y mejor que en avoca, las olas rompían en zona profunda con lo que no me chocaba contra el suelo.
En una de estas me fijé en un grupo de chiquillos surfistas cerca de las rocas. Allí las olas parecían mucho más estables que en el centro de la playa. Se lo pasaban tan a lo grande que acudí allí a probar suerte. El problema es que había que ponerse muy cerca de las rocas, y la verdad es que da miedo. En eso que llega una de las olas gigantes de las que a veces aparecen. Intenté tomarla, pero tuve mala fortuna (o mala pericia), y la ola cayó encima de mí, arrastrándome al fondo, arriba y abajo, hasta que al fin pude sacar la cabeza. No tenía claro de si estaba cerca de las rocas, cuando otra de las olas grandes llegó encima de mí. Y otra vez, ahí que voy, dando vueltas como una toalla en la lavadora. Entonces sí que tuve miedo, más que nada porque igual estaba a punto de estrellarme contra las rocas. Logré sacar la cabeza, y otra ola venía. Ví que estaba más bien lejos de las rocas, con lo que me dejé llevar por la ola, y otra, hasta que las olas se acabaron. Miré alrededor aturdido, y ví que casi todos los surfistas estaban cerca de mí y todos parecían aturdidos también. Esto me consoló un poco. No fui yo el único al que las olas le habían hecho la jugada.
Aun así me lo pasé en grande. Al final salí del agua y me dediqué a fotografiar a los surfistas. Fui a las rocas, pero esta vez en tierra firme, y me dí cuenta que las olas no rompían contra ellas. Es decir, que al fin y al cabo no había pasado ningún peligro. Y ahora, aquí en casa, cuando pienso en las olas que me arrastraron arriba y abajo, la verdad es que más bien parecía que me estaban meciendo, jugando conmigo lo mismo que yo estaba jugando con ellas.
Con lo que, si el tiempo me deja, les devolveré su cumplido y seguiré jugando con ellas una semana más.
Y el mar sí que estaba movido, sí. Las olas eran de dos metros y más. Incluso la playa estaba cerrada a los bañistas. Pero eso no quitó el ánimo a los surfistas, habría como una treintena en el agua. El día, aunque algo fresquillo en la sombra, era radiante. Vamos, un día otoñal glorioso. Así que me dediqué a fotografiar a los surfistas. Pero esto que me dió el gusanillo de tal vez, ¿por qué no? Yo también puedo ir al agua. Al fin y al cabo, aunque la playa está cerrada hay bañistas vigilando, y no dicen nada a los surfistas.
Así que me decidí coger mi tabla de bodyboard, y al agua que fuí. El agua estaba más caliente que el aire, ¡qué gustillo! (luego me enteré que la temperatura del agua era de 25 grados). Y las olas, aunque grandes, eran más fáciles que las de la playa de Avoca. ¿O tal vez estoy mejorando mi técnica? Me era fácil llegar a donde rompen las olas, y tenía menos problemas con las olas grandes. Y mejor que en avoca, las olas rompían en zona profunda con lo que no me chocaba contra el suelo.
En una de estas me fijé en un grupo de chiquillos surfistas cerca de las rocas. Allí las olas parecían mucho más estables que en el centro de la playa. Se lo pasaban tan a lo grande que acudí allí a probar suerte. El problema es que había que ponerse muy cerca de las rocas, y la verdad es que da miedo. En eso que llega una de las olas gigantes de las que a veces aparecen. Intenté tomarla, pero tuve mala fortuna (o mala pericia), y la ola cayó encima de mí, arrastrándome al fondo, arriba y abajo, hasta que al fin pude sacar la cabeza. No tenía claro de si estaba cerca de las rocas, cuando otra de las olas grandes llegó encima de mí. Y otra vez, ahí que voy, dando vueltas como una toalla en la lavadora. Entonces sí que tuve miedo, más que nada porque igual estaba a punto de estrellarme contra las rocas. Logré sacar la cabeza, y otra ola venía. Ví que estaba más bien lejos de las rocas, con lo que me dejé llevar por la ola, y otra, hasta que las olas se acabaron. Miré alrededor aturdido, y ví que casi todos los surfistas estaban cerca de mí y todos parecían aturdidos también. Esto me consoló un poco. No fui yo el único al que las olas le habían hecho la jugada.
Aun así me lo pasé en grande. Al final salí del agua y me dediqué a fotografiar a los surfistas. Fui a las rocas, pero esta vez en tierra firme, y me dí cuenta que las olas no rompían contra ellas. Es decir, que al fin y al cabo no había pasado ningún peligro. Y ahora, aquí en casa, cuando pienso en las olas que me arrastraron arriba y abajo, la verdad es que más bien parecía que me estaban meciendo, jugando conmigo lo mismo que yo estaba jugando con ellas.
Con lo que, si el tiempo me deja, les devolveré su cumplido y seguiré jugando con ellas una semana más.
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