lunes, enero 01, 2007
El Cambio del año
Al final el concierto duró hasta más tarde de la una. Y encima hubo un cambio repentino del tiempo y, por unas horas, llegó un vendaval formidable. Menos mal que no acampamos esa noche, como pensamos en un principio hasta que encontramos este hotel. Con este viento se nos habría volado la tienda con nosotros dentro.
Al día siguiente, es decir ayer, decidimos probar suerte con las piedras preciosas. Resulta que este sitio es realmente un lugar donde se puede buscar oro y piedras preciosas en el río cercano. Preguntamos en la oficina de turismo y nos dijeron que sí, se puede buscar, pero necesitamos un permiso. El permiso cuesta unos 25 dólares, y es válido por dos años en cualquier parte del estado de Victoria. Decidimos que si compramos el permiso tenemos una buena excusa para volver a Victoria, y compramos los permisos. Habíamos traído nuestro equipo de buscadores de oro y piedras preciosas, que consiste en una pequeña azada de camping, dos bandejas para buscar oro, y una rejilla para colar la gravilla y buscar piedras preciosas. Nos faltaba otra rejilla de grano más fino para buscar piedras preciosas más pequeñas, y como la tienda del pueblo no tenía, al final compramos un colador, que algo hará.
Con los permisos en mano y las instrucciones del experto local acerca de dónde ir, fuimos ilusionados a buscar minerales y oro. Ahora formamos parte de la historia de buscadores de oro de Australia. Me entraron ganas de cantar la canción esa "Soy minerooo..."
El calor empezaba a ser bastante fuerte, pero llegamos al río y empezamos a buscar. En esta zona se supone que hay muchas piedras preciosas, incluso diamantes. El problema es que no somos capaces de distinguirlas de otros cristales. Nuestra experiencia sólo se limita a zafiros, y no ví nada parecido a ello. Mineko seleccionó las piedras que le llamaron la atención, pero yo no encontré nada. Lo único que conseguí es que una sanguijuela se cogiera a mi pie. No sé cómo conseguí quitármela, y seguí buscando piedras preciosas, con más cuidado. La sanguijuela seguía allí, nadando arriba y abajo, pero no me cogió otra vez.
Total, que tras mucho calor y esfuerzo no encontramos nada. No teníamos tiempo para seguir, con lo que proseguimos el viaje. ¡Pero volveremos!
El camino a Camberra es muy monótono, a través de carreteras con algo de tráfico pero no mucho, por campos sin mucho que ver, y con bastante calor. El resultado es una modorra al conducir que puede ser peligrosa, con lo que paramos varias veces. Y la verdad es que hay excusas para ello. La primera parada fue en un pueblo donde hay un submarino auténtico. Y a mí que me expliquen qué pinta un submarino tan lejos del mar, pero desde luego la idea era original. La segunda parada fue en un lugar llamado "dog on the tuckerbox", que es una expresión australiana que viene a decir como "perro sobre la caja de la comida", en alusión a un hecho que se supone que ocurrió en la época pionera australiana, y muestra algo del humor australiano. Se refiere a un pionero que viajaba por estos caminos, y que tuvo la mala suerte que se le rompiera la rueda del carro. No pudo arreglarla, y para colmo de la mala suerte, cuando quiso descansar y comer algo, su perro estaba sentado encima de la caja donde guardaba la comida. Como decía, humor australiano.
Llegamos a Camberra entre rayos y truenos que parece que se habían concentrado justo encima de la capital de Australia. Fuimos a visitar a unos viejos amigos de Mineko, Susumu y Eileen, y pasamos la nochevieja juntos. Fuimos a ver los fuegos artificiales que celebran el año nuevo, y fuimos los únicos que comimos las uvas, que aquí no hay costumbre de hacer esas cosas. Pero bueno, ¡feliz año nuevo!
Esta mañana nos levantamos un poco tarde, y desayunamos parte del desayuno japonés típico de año nuevo, cortesía de Susumu. La celebración de año nuevo es muy importante en el Japón, ciertamente mucho más que las navidades, y tiene sus rituales. Aquí simplemente hicimos la parte culinaria, y sólo parte de ella, que los ingredientes no son fáciles de encontrar fuera del Japón.
Después, para matar el tiempo, fuimos a visitar un par de parques de Camberra. La verdad es que es una ciudad muy pintoresca, aunque bastante artificial. Fue diseñada a propósito a medio camino entre Sidney y Melbourne para servir como capital de Australia, y hay un lago artificial. El parlamento es el centro de la capital, y se ve desde todas partes, como una especie de ovni gigantesco con la bandera australiana en la cúpula. Las calles están diseñadas como círculos concéntricos alrededor del parlamento. Es una idea muy bonita en papel, pero en práctica es un desastre de orientación, y hasta los residentes de Camberra se pierden. Yo, claro, me perdí ayer cuando buscábamos la casa de Susumu y Eileen, y Susumo se perdió hoy cuando intentó tomar un camino distinto para volver a casa. No, si las ideas bonitas, si no son prácticas...
Comimos a las cuatro (más comida tradicional japonesa de año nuevo), y cenamos casi nada (pero también algo tradicional japonés de este día), mientras escuchábamos el concierto de año nuevo de la orquesta filarmónica de Viena en la tele. Y como es costumbre el 1 de enero de cualquier año, el día pasó casi sin enterarnos.
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3 comentarios:
¿Y qué leches es la casita de la foto?
Así que a pesar del tiempo en australia sigues tomando las uvas. Debe ser curioso veros a ti y a Mineko en esas fechas. tú aportando lo de las uvas. Mineko con toda la tradición japonesa del año nuevo y para complicarlo más, seguro que alguna costumbre australiana se os ha pegado... jejeje, menuda mezcla.
Quiero ver fotos de Sasumu y Eileen jo...
Besitosssssss
PD: claro, ya sé por qué quería ver Camberra, porque es la capital, jajajaja.
Por cierto, y sólo por curiosidad ¿cómo se os ocurre buscar piedras preciosas y oro (sobretodo las primeras) sin tener muy claro su aspecto sin pulir? ains que despistes...
Besos
Hola Esther, la casita es un aseo para perros, ¿no ves el tronco? Humor australiano. Me pregunto si algún perro lo ha usado...
Y oye, que sí que sabemos encontrar oro, que encontramos en otro viaje que hicimos. Muy poquito, pero bastante para que nos cogiera la fiebre del oro. Ahora, siempre que viajamos intentamos encontrar lugares donde buscar.
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