sábado, junio 30, 2007
Mineko en Praga
Hoy ha sido un día completo. Toda la mañana la he pasado en el congreso, atendiendo ponencias, hasta no poder más. A la hora de comer no tenía mucha hambre pues había comido en abundancia durante los descansos. Con lo que en vez de comer aproveché para ir al "wellness centre" que tiene su piscina, sala de maisajes, gimnasio de pesas, sauna y alguna que otra cosa más. Me fui a la piscina e hice un montón de largos, o más bien cortos, pues la piscina no tendría más de 20 metros, y luego fui a la sauna, a sudar y relajarme. Qué calor, y qué gusto al salir de la sauna.
Por la tarde atendí a un par de presentaciones más, y luego fui al centro con unos compañeros. Acabamos bebiendo cervezas y haciendo una cena pronta en lo alto de una terraza desde donde se veían los tejados de toda la ciudad en el centro histórico, al lado del reloj astronómico que tiene tanta fama. Era como ser los dueños de la ciudad (o los vigilantes?).
La cena pronta fue porque tenía que ir a recoger a Mineko al aeropuerto, que viene a Praga a pasar el fin de semana antes de irnos a Atenas. Stephen, un compañero de David también tenía que ir a recoger a su mujer al aeropuerto, qué casualidad, y fuimos los dos juntos con el plan de compartir taxi de vuelta al hotel.
Mineko al fin llegó, tras una hora de espera por las maletas, pero la mujer de Stephen tuvo peor suerte y su vuelo se retrasó varias horas, con lo que Mineko y yo volvimos al hotel por nuestra cuenta. Tomamos un minibús, qué decisión más errónea. Tuvimos que esperar a que el minibús se llenara, y después el minibús hizo un recorrido no solicitado por la ciudad mientras dejaba a los otros pasajeros, en grupos. Nosotros fuimos los últimos en dejar el minibús después de como una hora de recorrido. Y creeréis que el precio sería a compartir entre los viajeros? De eso nada. Cada grupo pagó el equivalente de un viaje en taxi. La compañía sacó el equivalente de tres tarifas de taxi en un solo viaje, y nosotros tardamos mucho más de lo que habría sido si hubiéramos tomado un taxi. El viaje en sí no fue demasiado caro si se compara con otros países, pero daba la sensación de que nos estaban tomando el pelo. No da gusto viajar así.
viernes, junio 29, 2007
Las bebidas de Praga
Anoche, cansado ya de tanta conferencia, mi compañero David y yo fuimos al centro a cenar algo. David estuvo en Praga hace unos años y conocía algunas de las bebidas características de aquí. Y allá que vamos, yo a probar y él a recordar.
Fuimos a Mala Strana, la zona más allá del puente, donde hay gran cantidad de restaurantes y bares. Al final llegamos al destino, un bar/restaurante que nos recomendaron porque hacen su propia cerveza. El lugar tenia algunos turistas (qué facil que es detectar a un turista!) pero la clientela consistía de checos en su mayoría. En el bar, un perro amistoso reposaba cerca de su dueño, uno que parecía ser cliente fijo del lugar.
David pidió cerveza, y nos dieron de la comercial, cosa que nos sorprendió. Luego vimos en la lista de bebidas que no había ninguna cerveza especial, cosa que nos sorprendió más. Pero bueno, la cerveza estaba buena. Aprendí que aparte de la rubia, los checos tienen buena cerveza negra, más suave que la Guiness pero con su regustillo dulce al final del trago.
La cena, barata y me parece que al gusto checo (saladísima!) pasó sin nada especial, hasta el tiempo de los postres. Fue cuando probé algunos de los licores. Yo tomé becherovka, un licor de hierba, David tomó slivoviche, un licor de ciruela, a cuál más fuerte. No llegamos a pedir absenta, que se supone que tiene 70 grados de alcohol, tal vez en otra ocasión.
Al terminar la cena pedimos la cuenta, con mezcla de inglés y aspavientos para asegurarnos que nos entendían. Parece ser que los gestos que hicimos indicaban otra cosa en checo, pues la camarera llegó toda contenta con dos nuevas jarras de cerveza. "No, no, la cuenta!" La camarera, tan contenta como siempre, simplemente se fue a las mesas de al lado y les dio las cervezas a otros comensales. Que aquí no se pierde nada.
No nos fijamos si en la cuenta venía la cerveza que se tomaron los otros, pero no importa. Aquí la cerveza es tan barata que no cuestan más que lo que se suele dar de propina en otros países.
De vuelta en el hotel descubrimos que el restaurante que fuimos no era el que nos recomendaron por la cerveza. Nada, igual probamos otro día en el lugar correcto.
Fuimos a Mala Strana, la zona más allá del puente, donde hay gran cantidad de restaurantes y bares. Al final llegamos al destino, un bar/restaurante que nos recomendaron porque hacen su propia cerveza. El lugar tenia algunos turistas (qué facil que es detectar a un turista!) pero la clientela consistía de checos en su mayoría. En el bar, un perro amistoso reposaba cerca de su dueño, uno que parecía ser cliente fijo del lugar.
David pidió cerveza, y nos dieron de la comercial, cosa que nos sorprendió. Luego vimos en la lista de bebidas que no había ninguna cerveza especial, cosa que nos sorprendió más. Pero bueno, la cerveza estaba buena. Aprendí que aparte de la rubia, los checos tienen buena cerveza negra, más suave que la Guiness pero con su regustillo dulce al final del trago.
La cena, barata y me parece que al gusto checo (saladísima!) pasó sin nada especial, hasta el tiempo de los postres. Fue cuando probé algunos de los licores. Yo tomé becherovka, un licor de hierba, David tomó slivoviche, un licor de ciruela, a cuál más fuerte. No llegamos a pedir absenta, que se supone que tiene 70 grados de alcohol, tal vez en otra ocasión.
Al terminar la cena pedimos la cuenta, con mezcla de inglés y aspavientos para asegurarnos que nos entendían. Parece ser que los gestos que hicimos indicaban otra cosa en checo, pues la camarera llegó toda contenta con dos nuevas jarras de cerveza. "No, no, la cuenta!" La camarera, tan contenta como siempre, simplemente se fue a las mesas de al lado y les dio las cervezas a otros comensales. Que aquí no se pierde nada.
No nos fijamos si en la cuenta venía la cerveza que se tomaron los otros, pero no importa. Aquí la cerveza es tan barata que no cuestan más que lo que se suele dar de propina en otros países.
De vuelta en el hotel descubrimos que el restaurante que fuimos no era el que nos recomendaron por la cerveza. Nada, igual probamos otro día en el lugar correcto.
jueves, junio 28, 2007
Música en Praga
Algo que llama la atención al visitar Praga es el número de oportunidades que ofrece para escuchar música. Cualquier ciudad que se precie de serlo ofrece espectáculos de todo tipo, pero Praga tiene una debilidad por la música clásica. En la oficina de turismo, en la casa de la música, en los hoteles, casi en cualquier lugar se puede encontrar información de conciertos. Tenía pensado apuntarme a uno de esos conciertos, pero resulta que hasta la conferencia misma ofrece un espectáculo de música clásica para los participantes, al que me apunté sin pensármelo dos veces.
La función tuvo lugar ayer miércoles, en la sala de juntas de la universidad que patrocina la conferencia, la universidad de Carlos (en honor al rey Carlos IV). La parte más antigua de la sala data del siglo XIV si los datos son correctos, y es todo solemnidad. Los músicos, un cuarteto de cuerda, tocaron varias piezas, incluyendo Dvorak, por supuesto, el gran compositor checo. Ah, la música, la cultura, algo que los australianos se obstinan en ignorar, cuánto os echo de menos.
Llegamos al hotel a las diez. "Hora de cenar", dice mi compañero, un español que también está en la conferencia. Sí, hora de cenar según el horario español, pero muy tarde para mí. Qué hambre! La cena, gulash checo y regado con cerveza para mí, la tomamos al compás del acordeonista, para quien las horas no pasan y alegremente toca piezas conocidas incluso para mí. No pude resistirme tararear una de sus piezas, una canción que aprendí durante mi época de rondallista:
Hoy hay paella, qué delicioso manjar,
tiene de todo, sólo le falta el caviar,
tiene pimientos (morrones!), tomate y azafrán,
y también tiene una gamba, para todo el personal.
Que aproveche!
La función tuvo lugar ayer miércoles, en la sala de juntas de la universidad que patrocina la conferencia, la universidad de Carlos (en honor al rey Carlos IV). La parte más antigua de la sala data del siglo XIV si los datos son correctos, y es todo solemnidad. Los músicos, un cuarteto de cuerda, tocaron varias piezas, incluyendo Dvorak, por supuesto, el gran compositor checo. Ah, la música, la cultura, algo que los australianos se obstinan en ignorar, cuánto os echo de menos.
Llegamos al hotel a las diez. "Hora de cenar", dice mi compañero, un español que también está en la conferencia. Sí, hora de cenar según el horario español, pero muy tarde para mí. Qué hambre! La cena, gulash checo y regado con cerveza para mí, la tomamos al compás del acordeonista, para quien las horas no pasan y alegremente toca piezas conocidas incluso para mí. No pude resistirme tararear una de sus piezas, una canción que aprendí durante mi época de rondallista:
Hoy hay paella, qué delicioso manjar,
tiene de todo, sólo le falta el caviar,
tiene pimientos (morrones!), tomate y azafrán,
y también tiene una gamba, para todo el personal.
Que aproveche!
lunes, junio 25, 2007
Por fin en Praga
Por fin estoy en Praga. El avión llegó sin contratiempo al aeropuerto. La otra vez que estuve en Praga los precios de todo estaban bajísimos. "Es de suponer que ahora los precios son más altos", pensé, pero aún así no sabía cuánto dinero sacar del cajero. Al final saqué 2000 coronas, que al cambio serán como 100 euros, o 160 dólares australianos. Pronto descubrí que tendría que sacar más, pues el taxi que me llevó al hotel costó 1000 coronas.
Pero bueno, llegué al hotel. El hotel está en las afueras de la ciudad, en una zona más bien aburrida. Un lugar bastante extraño para organizar una conferencia, la verdad. Llegué antes de las 10 de la mañana, demasiado pronto para tomar la habitación, con lo que decidí dejar las maletas en el hotel y hacer mi primer paseo por la ciudad. A pesar de estar lejos de la ciudad, el transporte es muy bueno y no se tarda más de media hora en llegar al centro.
El día era caluroso, y la zona empezaba a llenarse de turistas. A medida que pasaba el día, el calor y el número de turistas empezaron a aumentar. Praga ha sido siempre una atracción para los turistas, incluso durante su época comunista, pero cuando llegué, ayer domingo, me sorprendió el número. Decidí no entrar en los edificios más característicos del casco antiguo, pues la combinación de calor y gente, más mi cansancio por el viaje, no daban una buena perspectiva al asunto. Con lo que recorrí el casco antiguo hasta llegar al puente de Praga, el alma de la ciudad y punto de mira de todas las cámaras fotográficas. Era una mañana de domingo de principios de verano, y así se notaba por el número de turistas y atracciones como artistas y actores de calle.
Después de comer volví al hotel, a descansar por fin. Mi habitación está en el hotel anexo del de la conferencia. Es mucho más barato, y con razón, pues la habitación es más bien espartana. No tiene televisión, ni nevera, ni aire acondicionado, pero lo esencial está allí, una ducha y no una sino tres camas... por si me aburro de dormir en la misma cama todas las noches.
Mi primera impresión de Praga no ha sido especial. La ciudad ha cambiado de la forma esperada. Hay muchos más turistas, los precios son más altos (pero aun así son más bajos que en Australia), y la globalización ha llegado aquí como en todas partes. Hoy lunes he comido en un centro comercial supermoderno, donde la comida es tan aburrida como en cualquier centro comercial de cualquier país. Y qué comida ofrecían? Pues comida basura, hamburguesas, comida china, pizza... yo al final me decidí por un kebab, más que nada porque era una de las pocas cosas que sabía cómo pronunciar a la hora de pedir.
Y al final de la comida, un helado. Eso sí que no ha cambiado. Los helados checos son deliciosos, mejores que los que se suelen vender en España, e infinitamente mejores que los australianos.
Y para beber durante la cena? Cerveza por supuesto, ya que Pilsen es un pueblo checo donde se inventó la cerveza estilo Pilsen, que es el tipo de cerveza rubia que se suele beber en España.
domingo, junio 24, 2007
Tránsito en Zurich
Ay que ver qué viaje. Cuando hice la reserva, tras mucho intentar encontrar la conexión adecuada, y con la presión del tiempo, al final tomé una opción sin mirar mucho los detalles. El resultado es un viaje que se está haciendo increíblemente largo. Desde Sidney, el avión hizo escala en Adelaide, y al final llegó a Singapur. En Singapur tomé otro vuelo que hizo escala en Bangkok, hasta llegar a Zurich, donde estoy esperando el vuelo final que me lleve a Praga. Son las 7 de la mañana, hora local, que no quiero pensar qué hora es en Sidney, a la cual mi cuerpo aún está acostumbrado.
Me parece que he visto medio mundo a través de los aeropuertos. El recorrido entre Singapur y Bangkok fue especialmente colorido. Algunos de los pasajeros, o más bien pasajeras, llevaban unos vestidos que, si estuvieran en la calle por la noche, pensaría otra cosa. Y la verdad es que no sé qué pensar. Los trajes, de un diseño extravagante, adornados con motivos rojo brillante aquí y allá, llamaban la atención. Una de las pasajeras incluso llevaba como tatuaje el conejillo de Playboy. Mucho se ha hablado de la prostitución en esta zona del mundo, y tal vez el propósito del traje que llevan estas adolescentes sea simplemente llamar la atención y nada más, pero la verdad es que no esperaba ver algo así en un aeropuerto. O tal vez commutan entre Singapur y Bangkok, a trabajar durante la noche, y volver a Singapur? Su trabajo les debe de ir muy bien. O como he dicho antes, simplemente quieren llamar la atención. Tal vez a las chicas de aquí les gusten los diseños extravagantes y colores chillones, y tal vez el tatuaje es un símbolo que por casualidad es el mismo que el conejito de Playboy, de la misma manera que el símbolo budista por casualidad es el mismo que ha esvástica nazi. Quién sabe. Si los gustos y símbolos son tan distintos en esta zona del mundo, este lugar promete ser interesante, a ver si en otro viaje puedo hacer una escala más larga en Bangkok.
Mientras espero en Zurich, veo por la ventana los campos alrededor del aeropuerto. La mañana, veraniega, promete un día caluroso. Casi puedo oler el aroma de la hierba y las flores suizas. Un cielo azul, casi sin nubes, invitan a subirse a alguna montaña y comerse una salchicha en el restaurante de la cima (que, cuando estuve en Suiza, me dió la impresión que todas las montañas suizas tienen su teleférico y su restaurante en la cima). Pero no, aquí me tengo que quedar, en espera de mi vuelo final. Aún queda media hora, a esperar. Por lo menos he tenido tiempo de afeitarme y cambiar mi traje de invierno por otro más fresco.
sábado, junio 23, 2007
De viaje de nuevo
Otra vez de viaje. Con motivo de asuntos de trabajo, esta vez me ha tocado un viaje complicado pero prometedor. Complicado porque el itinerario no es lo corriente de ir a una ciudad y volver, sino que viajaré a varios países de dos continentes distintos, y el viaje es en parte con Mineko y en parte solo. Os cuento.
Mineko y yo hemos partido del aeropuerto de Sidney, pero con dos destinos distintos. Mineko viaja a Japón, a reunirse con la familia por una semana. Yo, en cambio, viajo a Praga, con motivo de una conferencia. Estaré en Praga una semana, y Mineko vendrá a Praga para pasar un fin de semana en la ciudad de las cien puntas (que, si me acuerdo bien, este es el apodo de Praga).
De Praga, Mineko y yo viajamos juntos a Atenas. Yo tengo una visita de trabajo que hacer, y Mineko tiene planeado trabajar también, de traducción por internet, como hace en casa. Y en los tiempos libres visitaremos alguna que otra ruina y alguna que otra isla. Viajamos juntos a Grecia pero no en el mismo vuelo, cosas del destino. Y es que no es tan fácil conseguir el mismo vuelo cuando los viajes se organizan desde dos agencias de viaje distintas, pero bueno, ya contaré en otra ocasión el asunto de las agencias de viaje.
Después de Grecia, viajamos juntos, pero otra vez en vuelos distintos, a Japón, donde iremos a ver a la familia de Hokkaido. De paso iremos a Omiya, un pueblo al norte de Tokio conocido por sus bonsais.
El viaje es prometedor porque me servirá de recuerdo de mis primeros viajes internacionales. Atenas fue la primera ciudad no ibérica que visité. Antes visité Andorra la Vella, pero Andorra está tan cerca de España y van tantos españoles que el ambiente allí es como estar en casa. Fui a Atenas en el viaje de instituto, hace más de veinte años, y será curioso ver cómo el tiempo y las olimpiadas la han cambiado. Grecia fue el primer país en el que descubrí modos de vivir distintos, donde la lengua no es la madre lengua española, y en donde casi cada paso era una experiencia memorable.
Praga fue la ciudad que escogí como destino en mi primer auténtico viaje a la aventura, mi primer inter-raíl, hace casi veinte años. Cuando fui a Praga por primera vez el país, que entonces era aún Checoslovaquia, acababa de abrir las fronteras a los turistas, y aún se veían trazas de la época comunista. Espero encontrar grandes cambios en Praga, pero si para lo mejor o para lo peor, pronto lo veré. El viaje que me llevó a Praga cambió mi vida de raíz, ví otras culturas, escuché lenguas extrañas para mí, y despertó mi interés por ver más, por viajar, y a ser posible por vivir fuera de España por una temporada para intentar ver cómo se puede ver el mundo desde una perspectiva diferente. Y así he acabado, viviendo en Australia, que más lejos de España casi no se puede estar. Viajar a Praga será como volver a encontrarme. Tal vez el círculo se cierre en Praga, donde empezó.
Ahora estoy en el aeropuerto de Singapúr. El viaje ha empezado muy agitado, que hemos llegado al aeropuerto de Sidney con más de una hora de retraso y casi perdemos los vuelos. Después de diez horas de vuelo, dentro de unos minutos volveré al avión, a pasar otras quince horas, para tomar la última conexión en Zurich para llegar a Praga por la mañana, hora europea, unas 30 horas después de salir de Sidney.
Mineko y yo hemos partido del aeropuerto de Sidney, pero con dos destinos distintos. Mineko viaja a Japón, a reunirse con la familia por una semana. Yo, en cambio, viajo a Praga, con motivo de una conferencia. Estaré en Praga una semana, y Mineko vendrá a Praga para pasar un fin de semana en la ciudad de las cien puntas (que, si me acuerdo bien, este es el apodo de Praga).
De Praga, Mineko y yo viajamos juntos a Atenas. Yo tengo una visita de trabajo que hacer, y Mineko tiene planeado trabajar también, de traducción por internet, como hace en casa. Y en los tiempos libres visitaremos alguna que otra ruina y alguna que otra isla. Viajamos juntos a Grecia pero no en el mismo vuelo, cosas del destino. Y es que no es tan fácil conseguir el mismo vuelo cuando los viajes se organizan desde dos agencias de viaje distintas, pero bueno, ya contaré en otra ocasión el asunto de las agencias de viaje.
Después de Grecia, viajamos juntos, pero otra vez en vuelos distintos, a Japón, donde iremos a ver a la familia de Hokkaido. De paso iremos a Omiya, un pueblo al norte de Tokio conocido por sus bonsais.
El viaje es prometedor porque me servirá de recuerdo de mis primeros viajes internacionales. Atenas fue la primera ciudad no ibérica que visité. Antes visité Andorra la Vella, pero Andorra está tan cerca de España y van tantos españoles que el ambiente allí es como estar en casa. Fui a Atenas en el viaje de instituto, hace más de veinte años, y será curioso ver cómo el tiempo y las olimpiadas la han cambiado. Grecia fue el primer país en el que descubrí modos de vivir distintos, donde la lengua no es la madre lengua española, y en donde casi cada paso era una experiencia memorable.
Praga fue la ciudad que escogí como destino en mi primer auténtico viaje a la aventura, mi primer inter-raíl, hace casi veinte años. Cuando fui a Praga por primera vez el país, que entonces era aún Checoslovaquia, acababa de abrir las fronteras a los turistas, y aún se veían trazas de la época comunista. Espero encontrar grandes cambios en Praga, pero si para lo mejor o para lo peor, pronto lo veré. El viaje que me llevó a Praga cambió mi vida de raíz, ví otras culturas, escuché lenguas extrañas para mí, y despertó mi interés por ver más, por viajar, y a ser posible por vivir fuera de España por una temporada para intentar ver cómo se puede ver el mundo desde una perspectiva diferente. Y así he acabado, viviendo en Australia, que más lejos de España casi no se puede estar. Viajar a Praga será como volver a encontrarme. Tal vez el círculo se cierre en Praga, donde empezó.
Ahora estoy en el aeropuerto de Singapúr. El viaje ha empezado muy agitado, que hemos llegado al aeropuerto de Sidney con más de una hora de retraso y casi perdemos los vuelos. Después de diez horas de vuelo, dentro de unos minutos volveré al avión, a pasar otras quince horas, para tomar la última conexión en Zurich para llegar a Praga por la mañana, hora europea, unas 30 horas después de salir de Sidney.
sábado, junio 16, 2007
Lluvia torrencial
La semana pasada llegó el invierno, con adelanto y con venganza. El fin de semana pasado fue de lo más lluvioso, algo nunca visto por mí en Australia. Más que lluvia era como si de repente nos hubiéramos trasladado al pie de una catarata gigantesca.
El sábado fuimos a visitar a un amigo, que vive en Glebe, cerca del centro de la ciudad. Para llegar tuvimos que atravesar el puente que atraviesa el puerto de Sidney. Es un puente de hierro macizo, reliquia de la era industrial, gigante, que los Sidneitas llaman cariñosamente "la percha" por su forma tan característica. Pues bien, en tiempo normal el paisaje desde esta percha gigantesca es precioso. A la izquierda se ve el palacio de la ópera, abajo se ve el agua con barcos de todos los tipos, al frente se ven los rascacielos del centro de la ciudad, y arriba se ve la estructura fabulosa de hierros, con los acostumbrados grupos de turistas que se atreven a pagar una pequeña fortuna para escalar el puente y disfrutar de un paisaje incluso más espectacular que el que se ve desde el coche. Pues bien, esta vez estábamos el puente y nosotros, nada más. Ni palacio de la ópera, ni rascacielos, ni turistas escalando el puente, pero eso sí, agua por todas partes. Era como si el puente estuviera flotando a la deriva en una tempestad.
Al llegar a la casa de mi amigo nos saludó sonriente, alegrándose de que el tiempo era tan bueno. Y es que la tromba de agua que estaba cayendo entre nuestra casa y el puente de Sidney había decidido tomar un respiro y dejar el barrio de mi amigo tranquilo. Nada, suerte que tiene uno.
Volvimos de la barbacoa a casa, a la tormenta que empezaba a relajarse, y a enterarnos de las noticias de cortes de luz, inundaciones, carreteras destrozadas y accidentes fatales no muy lejos de nuestro hogar.
Pero a nosotros lo único que nos afectó personalmente fue el sueño, pero de manera positiva, y es que se duerme tan bien cuando llueve...
El sábado fuimos a visitar a un amigo, que vive en Glebe, cerca del centro de la ciudad. Para llegar tuvimos que atravesar el puente que atraviesa el puerto de Sidney. Es un puente de hierro macizo, reliquia de la era industrial, gigante, que los Sidneitas llaman cariñosamente "la percha" por su forma tan característica. Pues bien, en tiempo normal el paisaje desde esta percha gigantesca es precioso. A la izquierda se ve el palacio de la ópera, abajo se ve el agua con barcos de todos los tipos, al frente se ven los rascacielos del centro de la ciudad, y arriba se ve la estructura fabulosa de hierros, con los acostumbrados grupos de turistas que se atreven a pagar una pequeña fortuna para escalar el puente y disfrutar de un paisaje incluso más espectacular que el que se ve desde el coche. Pues bien, esta vez estábamos el puente y nosotros, nada más. Ni palacio de la ópera, ni rascacielos, ni turistas escalando el puente, pero eso sí, agua por todas partes. Era como si el puente estuviera flotando a la deriva en una tempestad.
Al llegar a la casa de mi amigo nos saludó sonriente, alegrándose de que el tiempo era tan bueno. Y es que la tromba de agua que estaba cayendo entre nuestra casa y el puente de Sidney había decidido tomar un respiro y dejar el barrio de mi amigo tranquilo. Nada, suerte que tiene uno.
Volvimos de la barbacoa a casa, a la tormenta que empezaba a relajarse, y a enterarnos de las noticias de cortes de luz, inundaciones, carreteras destrozadas y accidentes fatales no muy lejos de nuestro hogar.
Pero a nosotros lo único que nos afectó personalmente fue el sueño, pero de manera positiva, y es que se duerme tan bien cuando llueve...
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