miércoles, julio 23, 2008

La catedral del bosque


El día amaneció lluvioso. Una lluvia copiosa, insistente. Se supone que estamos en el mes más seco del año, pero más bien parece que estamos en la estación húmeda. Pero bueno, mejor levantarnos, he hemos reservado puesto en un recorrido en barco por el río a las 8 de la mañana, para ver las aves del lugar... pero ¿valdrá la pena salir con este tiempo?

Al cabo de unos minutos tenemos la respuesta. Andrew, el dueño del alojamiento, llama por la ventana y nos dice que se ha cancelado el paseo en barco por la lluvia. Con lo que nos quedamos sin ver las aves (ni los cocodrilos), pero aun así decidimos levantarnos temprano, a ver si podemos hacer otra cosa.

Andrew y Trish son gente muy amable. Aparte de reservarnos el paseo, y de avisarnos de su cancelación, también nos reservaron la cena en el restaurante de ayer. Y por el simple hecho de hacer la reserva, la cena nos resultó con un descuento del 15%. Esta mañana, la última en nuestra estancia, nos hacen una foto que al final nos enviarán por email. Y el desayuno, delicioso. Todo es casero, hasta el pan y las mermeladas. Y cuando (astutamente) les preguntamos por una panadería para comprar el pan del día, nos ofrecieron unas cuantas rodajas de su pan casero.

Desayunamos temprano, y partimos de viaje antes de las diez de la mañana. Tenemos todo el día por delante hasta llegar al aeropuerto, que el vuelo desde Cairns es a las siete de la tarde. Pero con este tiempo, ¿qué vamos a hacer? Cuando llegamos a la altura de Mosman la lluvia sigue, y no nos apetece hacer el paseo con los indígenas que teníamos pensado hacer en este día.

Intentando evitar el mal tiempo tomamos la carretera de la altiplanicie, a ver si llueve menos por las alturas. Y ciertamente, el tiempo es menos lluvioso por arriba. Paramos aquí y allá para buscar tesoros de geocache, recorremos parajes de termiteros de dos metros de altura, y paramos a comer al lado de una laguna, un oasis en esta parte seca. La costa este de Australia es así. Cerca del mar es más bien húmedo, pero en cuanto entras tierra adentro tienes que subir una cordillera de montañas, bajas pero lo bastante altas como para parar la humedad, y delante se te aparece el "outback", ese terreno tan seco que, a medida que te adentras en el continente, se convierte en el desierto cálido más seco del planeta.

Vemos que aún tenemos tiempo, con lo que damos un rodeo para llegar a los altiplanos de Atherton. En esta parte, a un par de horas de Cairns, hay varios lagos formados all llenarse de agua cráteres de volcanes. Es un lugar impresionante, pero la lluvia, que vuelve a perseguirnos, no nos deja pasear a gusto. Con lo que seguimos.

El mapa nos muestra algo llamado "árbol catedral", con lo que nos dirigimos a ese lugar. Si es un árbol, con ese nombre debe de ser algo espectacular.

Y ciertamente, el árbol catedral es el árbol más fantástico que he visto jamás. No tiene más de unos quinientos años, nos cuenta el panel turístico, pero en este bosque de árboles jóvenes que crecen tan rápido, estos son muchos años. Y el árbol aparenta esos años y más. Es un ficus estrangulador, que germinó en la copa de un árbol altísimo. Con el tiempo las raíces llegaron hasta el suelo, y el árbol acabó estrangulando al árbol original. Ya no queda ni rastro de este primer árbol, y lo que se ve son todo raíces aéreas que suben decenas de metros, hasta ver a lo alto el árbol en sí, majestuoso, con todas esas raíces con formas caprichosas que asemejan las decoraciones de una catedral gótica. Puedes incluso caminar por entre las raíces, y adentrarse en esta catedral es algo mágico. Desde abajo, se ven todo raíces, y allá arriba se ven ramas. Y lo más curioso, por entre las ramas parece que hay otros árboles , y tal vez dentro de otros quinientos años sus raíces llegarán hasta el suelo para acabar con esta catedral y tal vez crear algo más grandioso.

Vemos que aún queda tiempo para ver algo más, con lo que seguimos visitando esta zona fascinante. La carretera se torna en pista forestal sin asfaltar, y nos lleva a un sendero que recorre parte del bosque. Me doy cuenta que la parte de pista forestal nos ha llevado más tiempo de lo pensado y ahora vamos justos de tiempo, con lo que el paseo parece más bien una marcha sin apenas interrupciones.

De vuelta descubrimos que este desvío después de visitar la catedral es algo que no teníamos que haber hecho. Son más de las cinco, y el avión sale a las siete. Tenemos menos de una hora para llegar al aeropuerto si queremos tomar el avión sin apuros. Y entre nosotros y el aeropuerto está la pista forestal, y una carretera que nos lleva por entre montañas, una carretera que no conocemos y nos puede deparar sorpresas.

Miro el mapa y descubro que lo peor de la montaña está aun por llegar. Son todo curvas y más curvas. Con lo que aprieto el acelerador, pero no se puede ir muy rápido por esta carretera. ¿Llegaremos a tiempo? Para colmo, el depósito de gasolina empieza a marcar reserva, con lo que tendremos que parar en algún sitio para repostar. Y empezamos a hacer planes por si no llegamos a tiempo. Tal vez sea mejor así. Si perdemos el avión, tenemos otra noche más para disfrutar de Cairns. Casi casi me gusta esta idea. Total, ya hemos perdido el avión una vez en este viaje.

La carretera sigue, y sigue. Llegamos a la costa, y pronto encontramos una gasolinera. La carretera ahora nos lleva por dentro de Cairns, que tenemos que atravesar de parte a parte, parándonos en sus semáforos. Al final salimos de Cairns para llegar a su aeropuerto. Son más tarde de las 6 y media, aún tenemos tiempo... apenas. Pero aún tengo que dejar el coche.

Decidimos que es mejor que se baje Mineko con las maletas, y luego dejo yo el coche. El aeropuerto es pequeño, y por suerte no hay nadie en la oficina de coches de alquiler. Simplemente tengo que dejar la llave en un buzón, cosa que hago en un minuto, y corro a ver a Mineko, que está ultimando los arreglos de las maletas, junto a un guardia que mira curiosa su actividad frenética. Son las 7 menos cuarto.

Corremos a facturar... ¿será demasiado tarde?

Pues no, resulta que el avión sale con retraso, y aún hasta nos toca esperar. Con lo que se acaba así nuestro viaje, no hay noche extra en Cairns... tal vez tendría que haber conducido un poco más despacio.

Atrás quedan los peces y la barrera de coral, los árboles y las playas, y la catedral majestuosa.

2 comentarios:

Esther Hhhh dijo...

Que bonito viaje.. Y que pena que se acabara, aish.. Que rabia da a veces no perder el avión, jejejejeje...

Pero míralo desde este punto de vista: Al menos tú lo tienes relativamente cerca, así que puedes permitirte el lujo de volver mucho antes que la pareja de españoles que conociste en el barco, por ejemplo, ¿no?

Por cierto, el árbol es espectacular, ya te lo he dicho también en el flickr. Fue una pena perderos la excursión de barco, pero por otro lado, disfrutásteis de ese paseo. No hay mal que por bien no venga, eso dicen ;-)

Besitossssss

Unknown dijo...

Hola Esther, sí, lástima que se acabara este viaje. Pero la vida sigue y siempre aparecen otras oportunidades de viajar...

Acabo de volver de otro viaje, más fascinante que el de Cairns por otros motivos, pero ya contaré de esto más tarde, que entre otras cosas el ordenador que tiene todas las fotos se ha estropeado y estoy intentando recuperarlas.