La mañana amanece sorprendentemente tranquila después del concierto de anoche. Mi intención era ir a ver la salida del sol, pero nada, dormí demasiado, otra vez será. Al final salimos del hotel más bien tarde, a las 10 y veinte, y nos pasamos la mañana conduciendo de aquí para allá siguiendo la costa. Es la costa del zafiro, una zona con muchas lagunas de agua de mar donde aprovechan para criar ostras. Al final, tras mucho mirar, paramos a comer ostras en una factoría, un poco turística pero las ostras estaban deliciosas. ¡Por fín, ostras! A la gente de Sidney les gusta las ostras rebozadas y con bacon. Mineko y yo las preferimos al natural, crudas, sin nada que les oculte su sabor delicado, simplemente con un chorrito de limón. Las ostras de esta zona son más bien pequeñas, tienen un sabor un poco salado por el agua del mar, y no necesitan de ninguna salsa ni adorno.
Después de la comilona de ostras toca conducir al siguiente destino. La carretera cruza la frontera, atravesando un bosque enorme de eucaliptos de todos los tamaños, y sin un alma. La carretera es toda para nosotros. A medida que entramos en Victoria, el estado de Melbourne, entramos en una tenue nube de humo. Es la señal de que nos acercamos a uno de los incendios supergigantes que están arrasando varias partes de Australia. El incendio está a varios cientos de kilómetros tierra adentro, pero el humo llega hasta aquí.
Acabamos en una zona de lagos en la costa sur de Australia, en el poblado Lakes Entrance. Es una especie de centro de turismo regional, donde encontramos un motel muy barato, 45 dólares australianos para una habitación con cama doble y dos literas, desayuno incluído, y con dólares de descuento para la cena del club de "bowls" local. Llegamos al club a la puesta del sol, un sol rojo y tenue por el humo del incendio lejano. La cena fue más bien insípida, pero barata. No tan buena como la de aquel club de la costa del zafiro.
2 comentarios:
Hola Diego:
Que ganitas de comer ostras por dios, voy a tener que ir a comprar. Claro que no seran tan buenas como esas. Por cierto, la próxima vez que vengais por aquí, a ver si convences a Mineko para que cocine algo japonés, aunque sea algo sencillo.
Lástima lo del incendio, odio los incendios forestales. Pero la foto es preciosa.
Ese bosque de eucaliptos debía imponer lo suyo, jejejeje...
Besitos
PD: Sigo con la lectura
Hola Esther, Si te gustan las ostras, espera a oir lo de los ultimos dias, je, je...
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